Santa Rosa y la ciudad

Por Gonzalo Torres Del Pino. Publicista, actor y conductor de TVLa aparición de la primera santa en las nuevas tierras conquistadas por los españoles supuso no solo la confirmación de que una nueva cultura se estaba gestando en tierras americanas, sino también la vindicación de la estrategia evangelizadora en el virreinato. América necesitaba una santa propia, nacida en estas tierras y no importada y, por eso, su canonización demoró poco más de cincuenta años, casi un récord en tiempos en que el paso de ser venerable a beata y a santa eran años de expedientes que iban y venían en navíos que daban la vuelta al mundo prácticamente.Y allí estaba la religión católica para darle el contrapeso, al menos aparente, a esta labor. Allí también estuvo Rosa para expiar la culpa una Lima envuelta en ese tráfago de influencias. Quizás allí nace nuestra confusión de espíritu como nación: por Dios y por la Plata.Santa Rosa dejó huella después de su muerte: una serie de damas iluminadas o alumbradas quisieron mantener ese primigenio misticismo de Lima ayudando a crear el imaginario de una mujer que ya en sus postreros días era considerada una santa. Estas mujeres de visiones extáticas terminaron sus días incineradas en un auto de fe, pues no podía haber más que Rosa.La ciudad se impregnó...

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