¿Muchos sabían que Toledo era corrupto?

Por Analista políticoA juzgar por lo que se lee y escucha en los últimos días, estaba claro desde el comienzo que Alejandro Toledo se embolsaría millones robados al pueblo peruano.Los argumentos son coincidentes: el entonces candidato era señalado como juerguero, mujeriego y se le acusaba de no reconocer a una hija. Por tanto, deducen, era obvio que robaría. ¿Cómo no se dieron cuenta?Quienes sostienen esa teoría no se han parado a reflexionar sobre el hecho de que ciertas características personales no definen la honestidad o no de un político que alcanza un cargo público. Alberto Fujimori no tenía las mismas peculiaridades que Toledo y encabezó un gobierno paradigmáticamente deshonesto. Él ya está condenado por corrupción. Ollanta Humala tampoco tenía rasgos similares a los de Toledo y todo indica que fue tan corrupto como los anteriores. De Alan García ni qué decir, pudo regresar al Perú y postular a la presidencia ?y luego convertirse nuevamente en gobernante? solo porque la acusación por enriquecimiento ilícito y otros delitos prescribieron.Por no mencionar el ejemplo clásico, el líder que no fumaba, era abstemio, vegetariano y casi asexuado, Adolfo Hitler, uno de los peores monstruos que ha conocido la humanidad, que encabezó un régimen totalitario y corrupto desde la cima a la base. Hitler, como los dictadores de su especie, no disponía de una fortuna personal porque era dueño de todos los bienes de Alemania, y los disfrutaba: se construía palacios, fomentaba la corrupción de sus subordinados y distribuía personalmente cuantiosos sobornos en efectivo a militares y funcionarios para mantener su lealtad.También, de acuerdo con la hipótesis descrita más arriba, no sería factible que un refinado intelectual y empresario, que estudió en Oxford y Princeton, con una fortuna considerable y que interpreta espléndidamente a Mozart en flauta y piano, sea corrupto. Pero muchos de los que sostienen lo primero también afirman lo segundo.En realidad, el asunto no tiene nada que ver con que el personaje sea cholo o blanco, japonés o europeo, serrano o costeño, bebedor o abstemio, mujeriego o célibe. El punto es que la codicia y la ambición son inherentes a la naturaleza humana y si no existen los contrapesos y controles adecuados, la corrupción se...

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