El ruido de las cacerolas

Desde que llegó a la presidencia de su país, Cristina Fernández de Kirchner ha creído que puede callar a los argentinos que se le oponen. Y nunca ha dejado que la amilane, en ese intento, la forma acelerada en la que los números de estos últimos han ido aumentando conforme la señora Kirchner demostraba de lo que era capaz en el poder. El ruido, pues, del medio millón de personas que alzaron sus cacerolas el jueves que acaba de pasar (8-N) ha debido de resultarle ensordecedor.

Son muchas las razones que han movido a la creciente explosión de indignación en Argentina. Muchas de ellas se pueden sintetizar en que, como decía Lincoln, ?se puede engañar a algunos todo el tiempo, y a todos algún tiempo, pero no se puede engañar a todo el mundo todo el tiempo?. Así, el gobierno de Kirchner ?siguiendo, por cierto, una tradición iniciada por su ya fallecido marido? ha engañado sistemáticamente a los argentinos sobre varios aspectos claves de lo que viene ocurriendo en el país. Hasta que el elefante del desastre kirchnerista ha sido demasiado grande como para que el gran manto que la presidenta le echaba encima siguiese siendo suficiente para cubrirlo.

Un ejemplo paradigmático es lo que la señora Kirchner ha hecho con las cifras sobre la situación económica argentina. Desde que ascendió al poder en el 2007, se ha prohibido a nadie que no sea el estatal Instituto Nacional de Estadísticas y Censos (Indec) publicar datos sobre la inflación. Una medida muy significativa, considerando que los cuadros estadísticos del Indec (además de ya haber sido cuestionados públicamente por varios de sus propios técnicos) muestran una inflación oficial que es duplicada por las cifras de inflación elaboradas, por ejemplo, por el instituto PriceStats y recogidas por ?The Economist?. De esta forma, la señora Kirchner pretende, entre otras cosas, hacer creer que en su país una persona puede vivir con unos seis pesos al día (dicho en argentino, ?un alfajor?), y que, consiguientemente, tienen razón las cifras oficiales de pobreza al contar seis millones de pobres menos que los que cuentan, por ejemplo, los estudios la Universidad Católica de Argentina.

Otro ejemplo han sido los controles de precios. Un ridículo esfuerzo por intentar esconder la inflación y la situación económica debajo de una alfombra que los mercados negros vuelven transparente. Y esto, incluyendo el control de cambios. Así, por ejemplo, mientras que en agosto el cambio oficial era de aproximadamente cuatro...

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