Robert Plant

Por Rafo Valdizán

Tardó 64 años en llegar a Lima. Pero la larga espera valió la pena, incluso sin Jimmy Page a un lado y John Paul Jones al otro. Aun si la música que sonó el viernes por la noche en el Jockey Club estuvo lejos de los arrebatos pirotécnicos que impregnaron sus días de rock and roll en Led Zeppelin. Y es que Robert Plant ofreció un concierto que precisa, tal vez, algunas explicaciones para alguna gente que, al término de la velada, tenía un signo de interrogación impreso en sus caras. ?Estuvo bien, pero esperaba algo distinto?, escuché por ahí, entre otros comentarios parecidos.

Quienes hemos seguido a Plant sabíamos que, si esperábamos una suerte de Led Zeppelin revisitado, íbamos muertos. Hace años que el hombre se ha desmarcado del rock duro para explorar en vertientes más ligadas al folk y a la world music. Ha grabado con la cantante de country Allison Krauss, hizo la Band of Joy, de tintes folk muy marcados, y sus últimos discos son muy ricos en texturas de sonido y en el uso de instrumentos poco ortodoxos.

Así las cosas, era evidente que el hombre nos iba a pintar un panorama exótico. Y tenerlo al frente fue una experiencia mágica. El tipo del póster que cuelga en tu habitación, finalmente en carne y hueso. Y el mero hecho de escuchar ese único timbre de voz, así ya no alcance octavas imposibles como hace 30 años, lo fue todo. No hubiese importado si el recital era a capella: esa voz vale por todos los instrumentos habidos y por haber.

LAS CANCIONES DE LA NOCHEEl repertorio mostró un sorpresivo apego al disco ?Mighty ReArranger? (2005), del cual extrajo cinco temas, entre ellos ?Tin Pan Valley? (con el que abrió el show), ?All the Kings Horses?, que bien pudo formar parte del catálogo acústico de Led...

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