El regreso de la utopia revolucionaria a America Latina: Marx, Lenin y ... ¿Bolivar?

AutorO'Brien, Pablo

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

<>. Semejante arenga atraviesa hoy el continente. Por increíble que parezca, ha revitalizado el discurso y la imagen de la izquierda latinoamericana, tan venida a menos luego de la caída del Muro de Berlín.

Escondido tras el recuerdo de Bolívar, el viejo discurso marxista-leninista vuelve a la palestra. Ahora supuestamente renovado y readaptado a la realidad de América Latina. Desde el triunfo de Hugo Chávez en Venezuela (1998), el Libertador cabalga de nuevo, pero esta vez acompañado de Marx, Lenin, Sandino, el Che Guevara, Allende y otros.

Prácticamente en todas las naciones del continente, distintas agrupaciones, en su mayoría de izquierda, han suscrito el denominado por ellos ideal bolivariano en los últimos años. Este credo se sustenta en tres posiciones: la unidad latinoamericana, el rechazo a la influencia estadounidense en la región (oposición al Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos, al Plan Colombia y a la lucha antidrogas) y su oposición al modelo capitalista (rechazo al neoliberalismo y a los tratados de libre comercio).

Apuestan, además, por la instauración de un régimen socialista moderno (el socialismo del siglo XXI, como lo denomina Chávez) que reemplace al actual sistema democrático y liberal (o burgués).

Este proceso auspiciado y alentado desde Venezuela forma parte de un plan mayor que desvela a Chávez. Según el analista venezolano Alberto Garrido, la estrategia del presidente venezolano consiste en <>. (1)

Efectivamente, Chávez apoya sin reserva (y se sospecha que financia) a movimientos y partidos políticos que combinan métodos electorales e insurreccionales (paros generales, bloqueos y marchas) para tomar el poder.

Esta táctica parece haber dado réditos. El triunfo del Movimiento Al Socialismo (MAS) en Bolivia lo demuestra. Evo Morales llegó al gobierno por ambos métodos. También ha tenido éxito en Ecuador, donde el movimiento Pachakutik derrocó a varios presidentes y hoy gobierna Rafael Correa. Otras agrupaciones que aplican esta táctica son el Frente Sandinista de Daniel Ortega (presidente desde este año) en Nicaragua, el Farabundo Martí de Shafik Handal en El Salvador, el Movimiento de los Sin Tierra en Brasil y en cierto modo el Partido Revolucionario Democrático (PRD) de López Obrador en México. En Argentina, tiene el apoyo de los piqueteros y el propio presidente Kirchner le extiende la mano.

Pero lo que más preocupa a los analistas políticos latinoamericanos es la realización de eventos como el Encuentro Internacional Proyecciones de la Lucha Revolucionaria en América Latina (organizado en Chile a fines de octubre de 2006) y la formación de organizaciones de carácter internacional como la Coordinadora Continental Bolivariana.

La alarma surge porque tales organizaciones desprecian el juego democrático y reivindican abiertamente la lucha armada (la violencia revolucionaria) como el camino (e incluso la única vía) para alcanzar el poder.

Estos colectivos radicales justifican ya el futuro uso de la fuerza con afirmaciones trasnochadas e inmorales como: <>.

¿Qué hay detrás de todo esto? En buena parte del continente existe indudablemente un gran malestar por la corrupción e inoperancia de nuestros gobernantes, malestar que se magnifica por las agudas condiciones sociales y la desigualdad imperante; por eso, según el Latinobarómetro, los índices de rechazo a la democracia son altísimos (el Perú se halla primero en este triste ranking).

A todo ello, agréguese una creciente radicalización en grandes sectores de la población. En las últimas elecciones presidenciales, candidatos con discursos antisistema obtuvieron fuertes respaldos desde México hasta la Patagonia, pasando, claro está, por el Perú.

Recientemente, Luis Pásara, columnista de Perú.21, se sorprendía en uno de sus artículos con el notorio cambio ideológico de los argentinos. <>, nos dice, y nos informa de paso que los escaparates de las librerías bonaerenses están repletos de ediciones recientes de Marx (e incluso José Carlos Mariátegui), así como de reportajes y testimonios a célebres ex guerrilleros. (2)

Algo parecido sucede en Chile, aunque en menor medida. Y el Perú, de hecho, no es la excepción.

En los circuitos juveniles underground y universitarios se detecta este giro hacia la izquierda. Escuelas de discusión marxista y publicaciones con fuerte contenido <> surgen periódicamente, siendo el internet la caja de resonancia de dichos debates. Y ni qué decir de las protestas antimineras y cocaleras, en las que también se propone sistemáticamente el uso de la violencia.

¿Cuál es el nuevo credo en el que estos aspirantes a revolucionarios encuentran inspiración?

Aunque sorprenda, en un híbrido ideológico denominado marxismo-leninismo-bolivariano, por unos; socialismo-bolivariano, por otro, o simplemente chavismo por la gran mayoría. Lo cierto es que desde que Hugo Chávez llegó a la presidencia de Venezuela empieza a definir el pensamiento de los sectores antes denominados de izquierda, incluyendo a los grupos más radicales que han adoptado sin mayor reflexión los postulados de este nuevo pensamiento <>.

Hay quienes ven en la actitud y el discurso chavista un neopopulismo, una suerte de nacionalismo que aspira hacerse panamericano. Un instrumento político que busca darle una identidad definida a Latinoamérica, en oposición a Estados Unidos (el nuevo imperialismo). Para otros, como el historiador Germán Carreras, tal doctrina es en realidad una >>ideología de reemplazo>> elaborada para justificar el régimen autoritario que impone Hugo Chávez a Venezuela. (3)

En lo que todos coinciden es en su gran arraigo e influencia.

UNA VIEJA ESTRATEGIA

La utilización de Bolívar con fines políticos es casi una tradición latinoamericana. Tras el derrumbe de la Unión Soviética, en América Latina se vive una <> o, peor aún, un <>. (4)

El bolivarianismo-militarismo (que es la forma en que Carreras denomina al chavismo) sería una de estas ideologías de reemplazo, la cual no es ni orgánica en su formulación ni sistemática en su aplicación.

Carreras estudia a las ideologías de reemplazo como un instrumento de desorientación de los pueblos, que las aleja del siempre difícil ejercicio de la democracia. Para este efecto, tales ideologías se forman de lo que Ortega y Gasset llamaba creencias (ideas asumidas como verdaderas)

[...] fuertemente arraigadas en la sociedad, que crean un ambiente propicio para que hagan efecto proposiciones salvacionistas, por descabelladas que estas puedan parecer a la mentalidad ilustrada o crítica. Esta conjunción puede movilizar la inconmensurable fuerza contenida en el inconsciente colectivo, como quedó de sobra demostrado en la segunda mitad del siglo XX. Pero este asalto a la razón comienza por minar la democracia despojando al individuo de su capacidad crítica y subyugándolo a mitos o esperanzas colectivas. (5) La estrategia para construir un Bolívar que justifique la política y los postulados chavistas es...

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