Las reformas audaces funcionan

AutorThe Economist

Los argentinos reformistas dudan de que su país cambiará, gane quien gane la segunda vuelta, este domingo. Es probable que Sergio Massa, el candidato oficialista, siga imprimiendo billetes pues tiene poco interés en desmantelar el sistema clientelista que imposibilita el crecimiento económico sostenido. Javier Milei, el libertario, tendrá poco respaldo del Congreso. No posee experiencia en política económica y quienes lo asesoran tienen ideas imprecisas de lo que necesita hacerse.

Argentina es un ejemplo extremo de una tendencia: el mundo ha olvidado cómo reformar. Según data del Instituto Fraser, un centro de investigaciones liberal, en las décadas de 1980 y 1990, la "economía intrépida" fue algo común, a raíz de la desintegración de la Unión Soviética (URSS), y muchos países considerados irreformables, como Ghana y Perú, mostraron lo contrario. Sus Gobiernos cambiaron reglas comerciales, fortificaron sus bancos centrales, redujeron sus déficits fiscales y vendieron empresas estatales.

Hacia la década del 2010, las reformas económicas se estancaron, y solamente un puñado de países, entre ellos Grecia y Ucrania, las ha implementado. La economía intrépida ha perdido popularidad porque se la necesita menos. Aunque las economías se han vuelto menos liberales últimamente, hay menos empresas estatales, los aranceles son bajos e incluso en Argentina, los sectores de consumo y telecomunicaciones son mejores que antes.

Pero ese declive también refleja la creencia generalizada de que la liberalización fracasó. En la imaginación popular, términos como "plan de ajuste estructural" o "terapia de shock" evocan la creación de Estados mafiosos en Rusia y Ucrania, y violaciones a los derechos humanos en Chile. En América Latina, "neoliberal" ahora es sinónimo de abuso; y muchos argentinos argumentan que los intentos de liberalizar la economía de su país en los años 90 provo- caron una enorme crisis financiera el 2001.

Hoy, organismos multilaterales como el FMI y el Banco Mundial (BM) están menos interesados que antaño en la economía intrépida. En Estados Unidos, un nuevo consenso mira con escepticismo los beneficios de la globalización, prioriza los intereses internos y favorece la repatriación de la industria. Al existir menos incordio de Occidente, otros Gobiernos se sienten menos presionados a reformarsus economías.

No obstante, la opinión de que la economía intrépida fracasó no resiste el análisis, ni siquiera cuando provocó penurias en el corto plazo...

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