¿Realmente es un buen jefe?

Algunos pensamientos asediaban a Jason, un ejecutivo experimentado, mientras intentaba dormir. Estaba inquieto por un nuevo cargo que había asumido.

Durante más de cinco años había dirigido un pequeño equipo de desarrolladores en Boston. Gracias a su sólida reputación como un excelente gerente de desarrollo de productos, había sido elegido por la empresa para tomar el mando de una ?start-up? de educación técnica online, con sede en Londres.

Jason llegó a su nueva oficina, entusiasmado y confiado, un lunes por la mañana, pero al final de su primera semana ya se empezaba a preguntar si estaba realmente preparado para el desafío.

En su trabajo anterior había dirigido a personas que habían trabajado juntas antes y requerían coordinación pero poca supervisión. Hubo problemas pero nada como lo que había encontrado en su nuevo cargo.

Miembros clave de su grupo apenas se hablaban entre sí. Las metas que le habían fijado parecían imposibles: el grupo estaba a punto de incumplir algunos de los primeros hitos y una relación crucial con una organización externa había sido gravemente dañada, quizás sin remedio. Encima, su jefe, quien trabajaba en Nueva York, no era de mucha ayuda.

¿Le parecen familiares los sentimientos de Jason? Momentos de duda como esos, e incluso de temor, pueden surgir y suelen hacerlo a pesar de los años de experiencia gerencial.

Usted cree que lo está haciendo bien hasta que, al igual que Jason, asume una nueva función de enormes desafíos. O un día simplemente se da cuenta de que ya no está creciendo ni avanzando: está atascado.

TRABAJO PESADOLo relativo a la pregunta de cómo los ejecutivos crecen y avanzan es algo que ya hemos estudiado, analizado y con lo que hemos convivido por años. Toda nuestra experiencia nos lleva a una simple pero preocupante observación: la mayoría de los jefes alcanzan cierto nivel de competencia y se detienen ahí, lejos de lo que podrían y deberían ser.

Las organizaciones suelen tener unos pocos ejecutivos excelentes, unos cuantos capaces, una horda de mediocres, algunos malos y otros malísimos. La gran mayoría de las personas con quienes trabajamos son individuos bien intencionados, inteligentes y capaces.

Muchos progresan y logran concretar sus ambiciones. Pero muchos se quedan en el camino y no son capaces de desarrollar todo su potencial. ¿Por qué? Porque dejan de trabajar en sí mismos.

Los ejecutivos en nuevas funciones normalmente comienzan siendo receptivos al cambio. Los más talentosos y...

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