Las razones de un fracaso: ¿y el sueño del bachillerato propio?

Autorde Andrade, Mariano
CargoUNIVERSIDADES

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Afines de la década de 1990, el gobierno de turno anunció, con bombos y platillos, una revolución en la educación secundaria en los colegios del Estado mediante la implantación del sistema de bachillerato, un verdadero canto de sirena, la esperada solución a los espeluznantes problemas de la educación en el Perú. Pero ¿qué es el bachillerato? En principio, nada nuevo, porque en el sector privado esta experiencia --con balance positivo en contados casos-- ya estaba en práctica y se mantiene hasta hoy.

La idea consistía en culminar la secundaria en el cuarto año para de allí entrar a un periodo de dos años, anteriores a la educación universitaria, que tendría como uno de sus fines que los estudiantes se decidieran bien por una formación científica o humanística, o bien por una técnico-ocupacional.

La propuesta, en sí, no parecía mala. En teoría, al menos, suponía una mejora en contenidos y objetivos, pero la cuestión pasaba por preguntarse si una clase dirigente que ha sido históricamente indiferente al tema de la educación en el país iba a salir de su letargo de la noche a la mañana para proveer los fondos que necesitaba este proyecto y salir adelante con cierta dignidad.

Y las grandes preguntas fueron: ¿Cómo un Estado incapaz de mejorar la educación pública en los últimos cincuenta años iba a emprender esta reforma? ¿Había una voluntad política real de financiarla o era una maniobra populista más? ¿Cómo se obtendría el dinero? ¿Funcionaría esta reforma sin antes mejorar el nivel de los maestros y el coeficiente intelectual altamente deficitario de numerosos estudiantes de colegios del Estado?

Para paliar el entusiasmo de algunos de sus críticos más mordaces, el sistema de bachillerato se inició en 1999 como proyecto piloto en doscientos colegios estatales de todo el país. Y aunque el bachillerato tenía intenciones muy positivas, una de ellas incorporar a los jóvenes, al concluirlo, al mundo de la producción, dotados presuntamente de las herramientas prácticas y teóricas mínimas como para generarse su propio empleo, había otras cosas en el escenario.

En el momento en que se inicia el proyecto piloto, la población secundaria del país llegaba a 1.970.000 estudiantes, pero esa cifra representaba solamente al 56 por ciento de la población en edad de acudir a la secundaria; dicho de otro modo, un 44 por ciento de jóvenes que debían estar en el colegio estaban en cualquier otra cosa. Primer problema: el escandaloso y altísimo...

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