El razonamiento y sus objetivos

Páginas27-52
Capítulo 1
El razonamiento y sus objetivos
“Los Porsche son superiores a cualquier otro coche deportivo hecho
en Estados Unidos”, dice el vendedor de coches, “aunque solo sea
por el conocido hecho de que la ingeniería automotriz alemana es
la mejor del mundo.” ¿Es razonable decir eso?
“El día de las elecciones, los votantes deberían elegirme de nuevo”,
declara el candidato político: “Durante mi actual mandato, la tasa
de inflación ha caído de un 11 por ciento a un 6 por ciento, el pro-
ducto nacional bruto real ha aumentado un 5 por ciento, hay más
personas trabajando que nunca antes y Estados Unidos no está en
guerra.” ¿Tiene sentido lo que dice este candidato?
“Si sabes lo que es bueno para ti, estudiarás empresariales”, se oye
decir a un orientador académico. “Los empresarios están apar-
tando la mirada de los graduados en humanidades para buscar
graduados con habilidades comerciales.” ¿Es bueno este consejo?
“Es de locos ilegalizar el acceso a los anticonceptivos para los me-
nores de 18”, escribe un joven en el consultorio del periódico. “Los
STEPHEN TOULMIN | RICHARD RIEKE | ALLAN JANIK
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jóvenes van a tener sexo de todas formas, y esta ley solo implicará
más embarazos no deseados.” ¿Ofrece un buen argumento?
“Debes estudiar el historial médico de tu familia”, dice el médico,
“porque los estudios epidemiológicos indican que un historial
familiar de cáncer de pulmón, de pecho o abdominal hace que
sea entre dos y cuatro veces más probable desarrollar ese mismo
cáncer.” ¿Es lógico el argumento del médico?
¿Qué significa preguntar si la afirmación o el argumento o el
consejo de alguien es sensato o está bien razonado, si es sólido o
lógico? ¿Esperamos que todas las cosas que la gente dice o hace sean
razonables? ¿En qué consisten esas peticiones de “buenas razones”
y de “argumentos sólidos”? ¿Y cómo debemos juzgar este tipo de
bondad y solidez? De esto trata este libro.
Si escucha atentamente los comentarios que la gente hace a su
alrededor o se fija en los materiales escritos a los que todos esta-
mos expuestos, verá que el uso de términos como estos está muy
extendido. Junto a ellos también hay otras palabras y expresiones
como porque, por tanto, se sigue que, es razonable asumir, así que, mi
conclusión es, etc. Evidentemente el razonamiento —o al menos dar
razones— es omnipresente en nuestra sociedad. La práctica de pro-
porcionar razones para lo que hacemos, o lo que pensamos, o lo que
decimos a otros sobre lo que creemos está firmemente establecida en
nuestros patrones aceptados de comportamiento. Tanto es así que las
situaciones en las que la gente no proporciona voluntariamente las
razones que esperamos pueden ser desconcertantes o cómicas. Por
ejemplo, un profesor invitado estaba dirigiendo un seminario cuando
un estudiante le preguntó: “Profesor Black, la afirmación que acaba
de hacer es muy diferente de lo que ha dicho esta mañana. ¿No se
está contradiciendo a sí mismo?” El profesor simplemente contestó
“No” y se puso a encender su pipa. Los estudiantes esperaban que
añadiera razones que apoyaran esta respuesta negativa en cuanto la
pipa estuviera encendida. Sin embargo, el profesor levantó la vista
y permaneció en silencio, como si esperase la siguiente pregunta. El
grupo se revolvió nervioso y finalmente hubo una risa embarazosa.
Más tarde, se oyó al estudiante que hizo la pregunta decir que sentía
que el profesor le había menospreciado. Estaba enfadado. El profesor

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