¿Por qué Google y Eric Schmidt realmente no se preocupan por los impuestos?

Al igual que otros titanes de la era digital, últimamente Eric Schmidt de Google ha enfrentado un sinnúmero de preguntas acerca de por qué una empresa que gana tanto dinero parece pagar tan pocos impuestos. Los políticos británicos se han visto particularmente interesados en sus respuestas. El presidente ejecutivo de Google tiene una contestación prefabricada para quienes lo critican. El gigante de las búsquedas en línea cumple con sus obligaciones legales y también con su deber fiduciario para con los accionistas; por lo tanto, su comportamiento es irreprochable. Este argumento es más cuestión de sofismos que de lógica. Las dos primeras proposiciones del Sr. Schmidt no me molestan. Se necesitaría un pequeño ejército de contadores forenses para verificar que Google siempre actúa legalmente en las múltiples jurisdicciones fiscales en las que opera. Sin embargo, no hay evidencias de que haya cruzado la línea que separa el haber tomado medidas agresivas para evadir impuestos de la evasión fiscal ilegal. Es redundantemente obvio también decir que los directores de empresa tienen la obligación de salvaguardar los intereses de sus accionistas. Donde el Sr. Schmidt se equivoca, y muy convenientemente, es en pretender que, por ende, Google puede enorgullecerse de ser un buen ciudadano corporativo. Esto es lo que diplomáticamente pudiera tildarse de ilógico.Como bien debe saberlo el jefe de Google a raíz de su vida personal y profesional, las sociedades prósperas deben su éxito a algo más que un estricto apego a la letra de la ley. Las comunidades avanzan porque sus ciudadanos, las instituciones y sí, incluso las empresas, respetan normas, convenciones y obligaciones mutuas que no figuran en ninguna ley o libro de estatutos. Esto no es nada nuevo. Si el Sr. Schmidt tiene alguna duda, debería leer la excelente nueva biografía de Edmund Burke, filósofo del siglo XVIII, escrita por Jesse Norman, el diputado del partido Conservador. Sugerir que todas y cada una de nuestras responsabilidades y deberes deben ser codificadas en la ley es invitar el salto hacia el totalitarismo ?la microgestión por un Estado todo poderoso de las múltiples dimensiones que aplican a todas nuestras innumerables relaciones?. No existe una ley (en Gran Bretaña por lo menos) que me obligue a esperar en cola para, por ejemplo, comprar entradas para el teatro u obtener una mesa en un restaurante, en lugar de cortar y pararme. Sospecho, no obstante, que el Sr. Schmidt está de...

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