Pussy Riot puede demoler el Kremlin a ritmo de rock

Por Gideon Rachman. Comentarista principal de política exterior

Quiero felicitar a Vladimir Putin. Lleva solo cuatro meses de vuelta en el Kremlin y ya le dio el peor golpe a la imagen internacional de Rusia en más de una década.

A pocos les cabe duda de que la mano del Kremlin pesó en la decisión de sentenciar al grupo de punk Pussy Riot a dos años de prisión. El castigo es tremendamente desproporcionado frente al ?crimen? que cometió la banda: cantar una estridente cancioncilla contra Putin en la catedral de Moscú.

Aun así, los observadores especializados en Rusia saben que ha habido violaciones mucho más graves a los derechos humanos en los años de gobierno de Putin. La diferencia está en que ni Sergei Magnitsky, un abogado asesinado, ni Anna Politkovskaya, una periodista asesinada, ni siquiera Mikhail Khodorkovsky, un oligarca preso, lograron convertirse en nombres conocidos afuera de ese país. Las integrantes de Pussy Riot, en cambio, están a punto de convertirse en celebridades mundiales.

Los escritores y músicos pueden ser rivales mucho más peligrosos para los gobiernos autoritarios que los políticos u hombres de negocios controvertidos como el señor Khodorkovsky. A menudo, poseen un ingenio, un garbo y una integridad que hacen que los mandatarios se vean ridículos. Václav Havel, un dramaturgo, se convirtió en una de las principales figuras de la oposición en Checoslovaquia. Ai Weiwei, un artista, se ha convertido en el mundo entero en el llamativo rostro de la oposición del Partido Comunista Chino.

Pussy Riot apenas acaba de lanzar su primer single. Pero tiene coraje y el don del arte del espectáculo. Su nombre combina hábilmente dos de las preocupaciones más importantes entre los varones adolescentes. Y, como mujeres osadas, sus miembros representan la idea del ?poder de las chicas?, tan alabado por las Spice Girls. El emblema de la banda son los pasamontañas que proporcionan un ?look? fácilmente imitable que ya ha sido emulado en marchas desde Berlín hasta Nueva York.

Sin embargo, quienes quieran ignorar a las tres integrantes de Pussy Riot por ser solo unas ingeniosas expertas en márketing deberían leer a fondo sus declaraciones desde el banquillo, pues son inteligentes, locuaces y conmovedoras a la vez.

La condena por parte de Human Rights Watch y el ceño fruncido del Ministerio de Relaciones Exteriores sueco son una cosa. Pero cuando Madonna y Yoko Ono se involucran en el caso, el Kremlin entra a un nivel completamente distinto...

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