La prueba de estrés pandémica

Por RaghuramRajan

La pandemia del coronavirus ha tomado al mundo por sorpresa y ahora expondrá las flaquezas económicas subyacentes donde sea que estén. Pero la crisis también nos recuerda que vivimos en un mundo profundamente interconectado. Si la pandemia tiene algún aspecto positivo es la posibilidad de una reformulación muy necesaria del diálogo público que centre la atención en los más vulnerables, en la necesidad de una cooperación global y en la importancia del liderazgo y la experiencia profesional.Más allá del impacto directo en la salud pública, una crisis de esta magnitud puede desatar por lo menos dos tipos directos de golpe económico. El primero es un golpe a la producción, debido a la alteración de las cadenas de suministro globales. Suspender la producción de sustancias químicas farmacéuticas básicas en China, por ejemplo, altera la producción de drogas genéricas en la India, lo que a su vez reduce los envíos de medicamentos a los Estados Unidos. El segundo golpe es a la demanda: en tanto la gente y los gobiernos toman medidas para contener la propagación del virus, el gasto en restaurantes, centros comerciales y destinos turísticos se derrumba.Pero también está el potencial de las repercusiones indirectas, como la reciente caída de los precios del petróleo luego de que Rusia y Arabia Saudí no lograran llegar a un acuerdo sobre recortes coordinados de la producción. En tanto estas y otras sacudidas se propaguen, las pequeñas y medianas empresas podrían verse obligadas a cerrar, lo que derivaría en despidos, pérdida de la confianza de los consumidores y mayores reducciones del consumo y la demanda agregada.El desfile de posibilidades nefastas podría continuar. El punto más esencial por recordar es que la economía mundial nunca se recuperó plenamente de la crisis financiera del 2008, y que nunca se abordaron por completo los problemas subyacentes que produjeron aquel desastre. Por el contrario, los gobiernos, las empresas y los hogares en todo el mundo han acumulado más deuda, y los responsables de las políticas han minado la confianza en el sistema de comercio e inversión global.Sin embargo, aunque el mundo empezó con una mano débil, nuestra respuesta a la crisis del COVID-19 podría ser mucho mejor de lo que ha sido. La tarea inmediata es limitar la propagación del virus a través de pruebas generalizadas, cuarentenas rigurosas y distanciamiento social. Los países más desarrollados deberían estar bien posicionados para...

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