La profundidad de la crisis alimentaria

AutorFernando Eguren
CargoDirector de La Revista Agraria
Páginas3-3
junio de 2023 3
Nota
1 Acerca de la distinción entre vulnerable y vulnerado, puede consultarse el esclarecedor artículo de Francisco
Rey Marcos en https://onx.la/140df
2 https://onx.la/e92d5
n las últimas semanas, se ha difundido información preocupante acerca de la crisis
alimentaria en el Perú, en particular sobre el retroceso en la producción de alimentos.
Esta información se agrega a otras tres, ya ampliamente conocidas: la inación de los
precios, sobre todo, de los alimentos; la creciente dicultad que tienen millones de pobladores
del país —peruanos y extranjeros— para acceder a los alimentos; y el deterioro de la calidad
nutricional de las dietas de la población llamada vulnerable (eufemismo por vulnerada)1.
Durante la pandemia y los meses siguientes, la preocupación por la cuestión alimentaria
se centró, sobre todo, en si los mercados estaban sucientemente abastecidos —lo estaban,
felizmente— y en la inmensa cantidad de la población trabajadora que disminuyó o perdió
sus ingresos. Respecto a lo primero, se celebró —con justicia— la resiliencia mostrada por
la agricultura familiar para mantener la producción en condiciones tan adversas (incluyendo
la poco eciente ayuda estatal). En cuanto a lo segundo, el Estado se vio obligado a distribuir
bonos —siempre insucientes a pesar de sumar miles de millones de soles— y ampliar pro-
gramas de asistencia alimentaria. Por su lado, una parte de la población urbana más afectada
tomó la iniciativa de enfrentar la carencia de alimentos con ollas comunes y la revitalización
de los comedores populares (que han merecido tan solo un tibio apoyo estatal, a pesar de
las quejas y sugerencias de la Defensoría del Pueblo)2.
Podemos distinguir tres momentos en la actual crisis alimentaria. El primero, anterior a
la pandemia, es el que es crónico en el país, pues el hecho de que millones de pobladores
de todas las edades estén desnutridos, anémicos, o malnutridos (con sobrepeso u obesos),
década tras década, es vivir en estado permanente de crisis alimentaria; es decir, en una
crisis «normalizada».
El segundo momento es el generado por la pandemia de la covid-19, caracterizado,
como ya se mencionó, por la reducción de la capacidad de compra de millones de personas,
que engrosa el número de afectados por la cuestión nutricional.
El tercer momento es el que vivimos en la actualidad, en el que se han sumado la
guerra de Rusia y Ucrania, los problemas en la cadena global de suministros de insumos y
mercancías, la elevación de los precios de la energía y de los insumos para la producción
agraria, y los trastornos en la producción agrícola causados por el cambio climático y por
una inación de precios.
Esta es la «tormenta perfecta» que estamos viviendo, a la que se suma el hecho de que,
en el Perú, la producción de alimentos ha sufrido un retroceso: según el Midagri, en abril de
este año, la caída registrada del VBP agropecuario es de 14,2 %, correspondiendo un 20,2 %
al subsector agrícola y un 0,8 % al subsector pecuario.
Actualmente, está en discusión la nueva política alimentaria propuesta por el Estado para
los próximos años. A juzgar por los documentos ociales que están circulando, existe una
inmensa brecha entre los borradores de la propuesta y la profundidad de la crisis alimentaria
que vive el país y que probablemente se prolongará por algunos años. Es urgente que estas
propuestas sean debatidas lo más ampliamente posible con participación de la sociedad civil.
editorial
E
Fernando Eguren
Director de La Revista Agraria
La profundidad de la crisis alimentaria

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