El príncipe

Por JuanParedesCastroLea mañana en Política a Diana Seminario El Comercio no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. P ara un descreído de las reconstrucciones en el Perú como yo, después de los grandes desastres (naturaleza devastadora más Estado incompetente), la designación de Pablo de la Flor para rescatar lo que El Niño costero arrasó es la mayor apuesta de confianza hecha hasta hoy por Pedro Pablo Kuczynski.Le quedan todavía dos apuestas de confianza pendientes que ponen en juego su papel de jefe de Estado: la de convocar a Keiko Fujimori para trazar con ella una urgente ruta de puntuales reformas políticas, económicas y sociales, y la de evitar, por sobre las cabezas del Poder Judicial y el Ministerio Público, que la criminalidad y la impunidad reinen por cinco años más en el país, arruinándolo prácticamente todo.Pablo de la Flor no es un oportunista ni un improvisado. No es de los que busca desesperadamente un puesto en el Estado. Ya tuvo un paso honroso como viceministro de Comercio Exterior y Turismo. Tampoco aceptaría un encargo, como el que ahora lo compromete, si no supiera que va a poder manejarlo bien. Sabe lo que es dirigir y gerenciar en el sector privado y en el Estado. Siempre habrá quien quiera pisarle el poncho, claro. De ahí que tendrá que sacar poder político de donde quieran negárselo. Cuando menos se lo esperaba, le ha sido otorgado solemnemente (como suele pasar en el Perú) un principado en ruinas para ponerlo de pie. Es el patriótico autoexilio al que marcha alguien considerado como el primer ciudadano (del latín ?princeps?) para hacer, ad hoc a su capacidad y...

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