La prensa en la trampa

Por juan paredes castro. editor central de políticaDespués de dos años de discusión en el Congreso, la Ley de Delitos Informáticos, que rige desde ayer, parece estar más hecha a la ligera que en serio.Lo que es peor: de su articulado se desprende claramente la amenaza de restringir la libertad de expresión y perseguir indiscriminadamente a periodistas, por sobre la naturaleza propiamente legal de criminalizar conductas realmente delictivas.Algunos autores de la ley y otros promotores de su aprobación y promulgación, como el primer ministro Juan Jiménez, escudan sus argumentos en el hecho de que se haya tipificado el delito de la interceptación de correos electrónicos y no la difusión de los mismos. Lo que en suma nos quiere decir Jiménez es cuán bueno se presenta el Estado y cuán suspicaces son los medios de comunicación. Pero esto que pudiera parecer una protección a la libertad de prensa, solo porque una tipificación concreta no la alcanza, no quiere decir que la ponga a salvo de los vacíos y ambigüedades que contiene la norma y que en la interpretación y manejo subjetivos de un juez lego o venal encerrará siempre el peligro de una sanción injusta.La piel de cordero con que se viste el primer ministro para defender la ley, contrasta sustantivamente con la abierta franqueza de legisladores que participaron en su elaboración como Alberto Beingolea, quien reconoce que hay vacíos y ambigüedades inaceptables, y como Juan Carlos Eguren, que evidencia su disposición a corregir aquellos aspectos que generan confusión y recelo. El profesor de derecho penal de la Universidad Católica, Roberto Pereira Chumbe, advierte que la ley sanciona de manera...

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