El pontífice que se agotó

Por Juan Fonseca. Historiador

El breve papado de Benedicto XVI pasará a la historia como un punto de inflexión en la relación de la Iglesia Católica con el mundo.

Desde los tiempos medievales, los papas han sido no solo el núcleo visible de la fe de los católicos, sino también su baluarte ante lo que ellos consideraban los enemigos de la Iglesia.

La ortodoxia católica se construyó como la elaboración intelectual de la fe sencilla de la gente para protegerla de las ?amenazas externas? de una modernidad que empezó a dudar de la validez intelectual y la relevancia ética de la fe católica. Muy poco se decía de los problemas internos que afectaban a la Iglesia, y muy pocos se atrevían a plantearlos públicamente. Con Benedicto XVI esto ha comenzado a cambiar.

Desde que era un joven sacerdote, Ratzinger consideró que la defensa de la Iglesia tenía que articularse intelectualmente.

Aunque inicialmente se codeó con la generación de teólogos progresistas de Vaticano II, con el tiempo empezó a virar hacia posturas conservadoras.

Como cardenal, se convirtió en el adalid de la doctrina ortodoxa de la Iglesia, pero con una notable profundidad teológica. A pesar de ello, corrientes progresistas como la Teología de la Liberación sufrieron su implacable desaprobación.

En verdad, Ratzinger fue un casi ?vicepapa? durante el reinado de Juan Pablo II, pues mientras este conquistaba con su carisma a las masas, Ratzinger controlaba férreamente la estructura interna de la Iglesia.

Ya como Benedicto XVI, tuvo que enfrentar dos crisis que se habían estado incubando en las entrañas de la Iglesia: la pederastia de algunos sacerdotes...

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