Política y vida cotidiana

Por - Gonzalo Portocarrero -SociólogoEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. A medida en que la fuerza del consenso neoliberal reduce el espectro de opciones programáticas, y, por tanto, todos los candidatos ofrecen distintas versiones de lo mismo, la competencia electoral tiende a desplazarse, del campo de la ideología y la fidelidad partidaria, a la capacidad de seducción de los candidatos y a la manera en que este llamado pueda atraer a un electorado cada vez menos interesado en la política. Y este desinterés, como se sabe, obedece a que (casi) todos los políticos son percibidos como mentirosos y corruptos. El proceso político pierde raíces en la sociedad y se parece cada vez más a la escena de la farándula en que los protagonistas compiten por la atención pública a base de declaraciones espectaculares, para abrirse paso a los titulares de los medios de comunicación. Sin embargo, donde la banalidad de la política se hace más transparente es en la multiplicación de candidaturas y, sobre todo, y dolorosamente, en la deserción oportunista de candidatos que alguna vez encarnaron un principio, una expectativa de renovación. En estas coordenadas, estamos enfilados hacia las elecciones, aún en la etapa de las presentaciones, en el momento previo a las confrontaciones y debates. Y en la escena política ocurre algo similar a lo que acontece en la vida cotidiana. Hay quienes llaman la atención y son escuchados. Otros simplemente pasan desapercibidos. Estas diferencias han sido explicadas por autores como Max Weber y Sigmund Freud, que las atribuyen a que determinados individuos tienen cualidades muy desarrolladas y que resultan muy apreciadas en comunidades donde estas cualidades son, precisamente, muy escasas. El mejor ejemplo es la ?labia? de Alan García ?su discursividad fluida, feliz, persuasiva? es una pirotecnia que produce gran admiración en una ciudadanía que ?largo tiempo? ha gemido en silencio, que no ha engendrado aún las posibilidades expresivas que le permitan hacerse sentir en el campo de la política como ya lo viene haciendo en el arte, sobre todo en la música. Pero estas observaciones pueden profundizarse a través del concepto de ?presencia escénica? que pretende hacer...

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