Pishtacos, pinochos.

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

En la realidad, en la vida real, en la sociedad, no tienen ,valor expresiones lúdicas como las de Mario Vargas Llosa o Pablo Picasso: "la verdad de las mentiras" o "el arte es una mentira que conduce a la verdad". La mentira tiene encanto en la vida social, es cierto, despierta una extraña sensualidad en el movimiento de los labios, pero es rechazada porque oculta, tergiversa, sesga o niega un hecho verdadero. No mentir. ¡No mentir, muchachito! Diga la verdad. ¿Jura decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad? ¡Sí, lo juro! ¿Lo jura por la Biblia? ¡Sí, lo juro! Y que sea por la patria, no por la plata.

Lo más interesante del caso no resulta la mentira en sí misma, sino la necesidad que tienen los mentirosos de limpiar posteriormente su imagen pública. El gran negocio consiste en sacar provecho, mentir y después lavarse la cara. No aceptar por nada del mundo su mentira. Insistir en la versión mentirosa. Sentirse por encima de las leyes (humanas, al fin y al cabo), zurrarse en ellas, mostrarse ufano, soberbio, hijo de dios, a quien no le pueden echar la soga al cuello. Esa es la actitud que está de moda. Nadie se arrepiente de lo que ha hecho al margen de lo correcto, de lo establecido, de la norma o de la ley. "Me cago en la mar serena" dicen los españoles. "Me cago en la tapa del órgano" dicen los peruanos.

La lista es larga: el abogado Nakasaki insiste en la inocencia del ex presidente Alberto Fujimori, y este continúa negando los cargos penales que se le imputan; Francis Allison y su esposa Carla Robbiano persisten en la versión del desconocimiento de las reglas de la aduana estadounidense a pesar de haber viajado innumerables veces al país del norte; Magaly Medina ha aceptado a regañadientes la rectificación obligatoria en favor del futbolista Paolo Guerrero; Susan Hoefken, la chica que sustrajo un pulmón de la exposición "El Cuerpo Humano", niega haberlo hecho: y así, hay muchos más que insisten en negarlo todo, no aceptan ninguna culpabilidad y consideran que su prestigio se encuentra por encima de las leyes humanas. No hay el más mínimo arrepentimiento. No hay mea culpa. Y no lo hacen porque la noción del...

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