El perro gloton y su misterioso capital.

AutorChirif, Alberto
CargoTIERRA ADENTRO

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Los artículos sobre el perro del hortelano preparados para el presidente Alan García por algún escribidor han generado, desde hace cuatro años, una de las mayores conmociones en la Amazonía peruana, enfrentando a organizaciones indígenas con el gobierno. La propuesta para corregir a ese perro fue la creación de otro, un can anti-hortelano, por así decirlo, un perro glotón que come y no deja comer.

Para engordar a la nueva mascota era necesario profundizar la estrategia iniciada por el presidente Fujimori en 1995 con la "Ley de Tierras" (Ley 26505), consistente en desaparecer a las comunidades campesinas y nativas (los sujetos de derecho indígenas en la legislación nacional), convirtiéndolas en "sociedades de personas". De este modo quedarían expeditas para parcelar y vender sus tierras. Negocio redondo para inversionistas como los del grupo Romero y otros que podrían aprovechar la escasa disponibilidad de dinero de la gente del campo (indígenas o no) y su poca comprensión acerca del valor de este. Así, por pocos soles lograrían apropiarse de grandes extensiones.

Los decretos del año 2007, los verdaderos causantes de las protestas (estas no fueron producto de la manipulación extranjera ni de partidos de oposición, ni de la ignorancia de los indígenas "que no comprendieron el alcance de sus intenciones"), buscaban echarse abajo todos los derechos conquistados por los pueblos indígenas: anulaban el proceso de consulta para la suscripción de contratos petroleros y mineros en lotes ubicados en territorios comunales; rebajaban el quórum de la asamblea de dos tercios al 50% para la disolución de comunidades y la venta de sus tierras a terceros; permitían la privatización de los suelos forestales y el cambio de uso a agrícolas en caso de proyectos que fuesen declarados "de interés nacional"; creaban distintas figuras jurídicas dentro de la comunidad con la finalidad de quebrar la unidad social; determinaban la expropiación de terrenos comunales usados para servicios públicos; declaraban como propiedad del Estado todas las tierras eriazas no tituladas, aunque estuviesen en manos y fuesen pretendidas por comunidades indígenas u otros pobladores locales; y permitían que invasores con cuatro años de antigüedad se apropiasen de tierras comunales, con lo cual se anulaba la garantía constitucional que otorga carácter imprescriptible a la propiedad territorial de las comunidades.

La otra parte de la estrategia también ha consistido en continuar y profundizar tendencias anteriores, como la firma de contratos para explotación minera y de hidrocarburos (y forestal, pesquera, etc.) en territorios de comunidades, tituladas o no (poco importa), sin hacer el menor intento de consulta "previa, de buena fe, mediante procedimientos apropiados, a través de sus organizaciones representativas y que tenga con la finalidad llegar a un acuerdo y obtener el consentimiento de los afectados por la medida", como señalan el Convenio 169 y la Declaración de los Derechos de los Pueblos Indígenas de la ONU.

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De manera perfectamente sincronizada con la estrategia del perro glotón, reapareció en la escena nacional el economista Hernando de Soto, adalid del neoliberalismo. Hizo su reingreso mediante un video transmitido por la televisión nacional, donde aparece acompañado por indígenas de Norteamérica y Alaska supuestamente beneficiados con medidas similares a las que él y el presidente García proponen: individualizar la propiedad comunal para convertir las tierras ancestrales en mercancía a través de hipotecas, arriendos y ventas.

Decir que su aparición fue "perfectamente sincronizada" no es una expresión descuidada, sino la manera más exacta que encuentro para establecer la colaboración...

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