El perdurable legado de Margaret Thatcher

Margaret Thatcher reedificó la Gran Bretaña moderna. La lista de sus logros es tan vasta en el tiempo como extraordinaria. Tal como comentó ayer el presidente de Estados Unidos, Barack Obama, ella rompió el último techo de cristal, llegando a ser la primera mujer en dirigir una de las democracias occidentales más importantes. Su legado –domar sindicatos, hacer retroceder al Estado, enfrentarse al comunismo– la convirtió en una política de trascendencia mundial.

Como primera ministra, Thatcher fue la líder más destacada en tiempos de paz desde Gladstone. Revirtió el sentido de la decadencia nacional y sigue siendo la figura con quien se debería comparar a todos los sucesivos políticos británicos. Ella redefinió el liderazgo.

Tres décadas después, es difícil recordar la grave situación de Gran Bretaña en 1979, cuando ella asumió el cargo. Los tiempos de descontento y la creciente inflación habían suscitado dudas sobre la gobernabilidad del Reino Unido. A nivel internacional, la Unión Soviética proyectaba una sombra amenazante en todo el mundo. El Occidente parecía debilitado y atrapado en sus propias dudas. Su presencia conservadora en el poder en coincidencia con el presidente Ronald Reagan ayudó a revertir la marea, logrando la liberalización en su país e imponiendo la paz en el extranjero.

Thatcher fue una política por convicción –un recordatorio de que la política consiste en tomar decisiones, a menudo difíciles–. La actual generación de políticos haría bien en seguir su ejemplo. Tomó coraje para sacar adelante las reformas sindicales, tales como la sindicalización obligatoria y los piquetes secundarios, y la implementación del voto para decidir una huelga. También se armó de valor para enfrentarse a la oposición de la comunidad empresarial –y de los principales economistas– quienes se horrorizaron por el costo de reducir la inflación. Ella estuvo dispuesta a asumir enormes riesgos para hacer frente a la dictadura militar argentina después de la invasión de las islas Malvinas.

Thatcher adoptó la virtud de la aspiración, fiel a sus raíces de clase media. Su decisión de vender las viviendas municipales a sus propietarios fue un golpe de genialidad política, aun cuando reforzó el romance de Gran Bretaña con la propiedad, como una reserva de valor. Se incorporaron los "valores victorianos” de autoconfianza, eliminando la influencia opresiva del Estado.

Lo mismo puede decirse de las audaces decisiones económicas, que eliminaron...

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