Sin pena ni gloria

Por Alberto Jordán Brignole (*)

Es evidente que para el gobierno de Alan García, y en particular para el ex ministro del Interior, Miguel Hidalgo Medina, el fenómeno galopante de la criminalidad no fue un problema de Estado ni tema importante de la agenda pública. Día a día, hemos visto que la situación de inseguridad ciudadana fue empeorando básicamente por la falta de voluntad del ministro Hidalgo, como presidente del Sistema Nacional de Seguridad Ciudadana (Sinasec), para entender que era deber primordial del Estado proteger a la población de las amenazas contra su seguridad y garantizar la vida y el patrimonio de las personas y del país en general. Para el ministro Hidalgo, los conflictos sociales también debieron ser objeto de represión policial exitosa y por eso considera como hechos negativos los sucesos de Bagua y Moquegua, en el primero de ellos seguramente por la cruenta muerte de valerosos policías enviados premeditadamente al holocausto sin lograr el objetivo político y, en el segundo, por no haberse reprimido a la población conforme era la intención del mandatario de turno.

El señor Hidalgo ha tratado de justificar su ineficacia argumentando haber realizado grandes esfuerzos y obtenido importantes logros en seguridad ciudadana y, en un claro deslinde de sus responsabilidades, manifiesta que la ley del Sinasec establece competencias a los gobiernos regionales y locales que no fueron asumidas debidamente; olvida el señor Hidalgo que él ha sido presidente del Sinasec y, por lo tanto, responsable de la inacción de este organismo y de la concertación de los gobiernos locales y organismos públicos comprometidos en la seguridad pública.

Mención aparte merece comentar su comportamiento infraterno, pues en su condición de ministro del Interior firmó el proyecto de ley para desaparecer la Caja de...

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