La pelota se mancha

Por Jerónimo Pimentel. Columnista

El objetivo de un juego es la diversión; el del deporte amateur, la competitividad; el del deporte profesional, el triunfo; el del deporte actual, el dinero. ¿Pueden estos cuatro niveles conciliarse?

La historia enseña que es muy difícil. El profesionalismo tiene la virtud de llevar al límite al ser humano, pero la monetarización tiene un costo que ha pasado a ser una enorme factura que pagan no solo los implicados, sino también los espectadores. Es un lugar común, pero también una metáfora perfecta: la corrupción es un cáncer y el fútbol está a punto de hacer metástasis.

Poco se aprendió del ?Calciopoli?, donde se probó que Juventus, Milan, Fiorentina, Lazio y Reggina compraban favores arbitrales. El triunfo italiano en la Copa del Mundo del 2006 lavó la cara del ?Calcio? y, gracias a las sanciones impuestas, este recuperó el honor perdido tras el escándalo. Pero no hubo mucho tiempo para alegrarse: el periodista Declan Hill demostró dos años después que el arreglo de partidos era desde hace décadas frecuente y que se había agudizado por el mercado ilegal de apuestas. La manipulación de resultados, crónica en Asia y África, contaminó el Mundial alemán y se hizo evidente en partidos como el Ghana-Brasil y el Ecuador-Inglaterra, tal cual se demuestra en el libro ?Juego sucio. Fútbol y crimen organizado?. Hill reconoce haber accedido al resultado exacto de 4 partidos antes de que se jugaran, demasiado como para creer en coincidencias o en las dotes proféticas de los delincuentes.

Este año, dos investigaciones, una periodística y otra policial, llevaron estos síntomas a una zona de peligro: la revista ?France Football? publicó un extenso reportaje donde se concluye que la cesión del Mundial del 2022 a Qatar fue un vulgar acto de compraventa; semanas después, hace apenas unos días, la Europol anunció haber descubierto una...

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