Pasear por Dublín: el recorrido por una ciudad imaginada

Por Jorge Valenzuela

Llegué a Dublín a causa de una promesa de amor ajena. Acompañar a mi hermana a visitar a su novio irlandés fue la excusa que me llevó a conocer la ciudad con la que había soñado desde el día que, en una clase de literatura en San Marcos, leí el monólogo de Molly Bloom en el capítulo final de ?Ulises?, el mítico libro del genial James Joyce (1882-1941). Transitar sus páginas, al igual que las de ?Dublineses? ?colección de relatos cortos? fue el germen de un anhelo que no hizo otra cosa que crecer con el paso del tiempo.El arribo a Dublín fue impactante. El aeropuerto olía a whisky y bourbon, y la gente hablaba a gritos y hacía señas aparatosas como si las palabras no les bastaran para comunicarse. En el camino al centro de la ciudad, el taxista contó que era la única ciudad europea que tenía dos catedrales góticas y un bar en cada esquina. Fue ahí donde, por primera vez, vi a dos jóvenes punks. Eran bastante agresivos y estaban haciendo un lío en la calle, después de salir de un bar. Su desaliñada vestimenta, el cuero desgastado de la casaca, las púas de metal, las botas militares y la cresta constituían todo un grito de guerra. Era gente molesta y dispuesta a todo.?James, el de Dublín?La ciudad tenía ese aire de provinciana que muestran, como una vergüenza, las ciudades industriales, y el famoso río Liffey, atravesado por muchos puentecitos, era como una cicatriz sucia que corría sin pena ni gloria arrastrando aguas algo verdosas. Los edificios y las casas estaban recubiertas con ladrillos de diferentes colores. La gente estaba metida en los bares o en las iglesias, y la sensación general que tuve es que nadie parecía pasarla bien.¿Y Joyce? Visité la bahía de Sandycove. Al llegar, y en perspectiva, se podían ver todavía muchas torres vigilando el mar para impedir que los franceses, con Napoleón a la cabeza, invadieran las posesiones del Imperio Británico. Allí estaba, entre muchas, la Martello Tower, en donde sucede el primer capítulo del ?Ulises?. Convertida en casa museo, se cuenta que, en esa torre, Joyce paso seis noches, a los 22 años, tratando de integrarse sin conseguirlo, a...

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