El partido perfecto

Por Adolfo BazánEl fútbol se decide por goles pero se define por los pases. Es su esencia, el resumen mismo del juego: mimar con el pie una pelota, patearla con el alma, entregarla a alguien que viste los mismos colores, recorrer un campo de unos 100 metros de largo hasta que trasponga un arco. Tan fácil de describir como difícil de ejecutar. Por algo ?¡¡¡pásala!!!? es con mucho el grito que más retumba en un estadio. En cualquier estadio.Algo de esto debe conocer Philipp Lahm, capitán de esa máquina bárbara y roja que es hoy el Bayern, y que hace una semana se embriagó con el título de la Bundesliga a 7 fechas del final. Y algo debe saber, decíamos, el puntilloso defensa a quien Guardiola ha convertido en un mediocampista de fino diseño y macizo rendimiento, porque ante el Hertha, Lahm alcanzó la perfección.No marcó ninguno de los tres tantos que pusieron sello al 3-1 bávaro en la capital alemana ni dribleó a medio conjunto rival repetidas veces, sino que consiguió algo más difícil: sus 134 pases a un compañero llegaron a buen destino, no equivocó uno...

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