Las paredes del APRA.

AutorDiez, Jonathan
CargoAlianza Popular Revolucionaria Americana

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

"¡Yollevo treinta años siendo aprista!'", dice con voz gruesa una mujer de unos sesenta años. El hombre que la acompaña mueve la cabeza en señal de afirmación. "Nosotros sí somos partido, joven. Bienvenido, esta es su casa". La mujer vende libros y folletines en la entrada de la Casa del Pueblo: Biografía de Haya de la Torre, Cómo hacerse aprista, El antiimperialismo y el APRA, Los discursos de Alan García y Haya de la Torre.

Una pareja de viejos conversa bajo el busto amarillo de Haya de la Torre. Tienen papeles en las manos y parecen estar buscando a alguien. A su lado, un tacho de basura, como todos los ubicados en las esquinas de los patios, lleva impresa la estrella de uno de los partidos políticos más antiguos de América y que hasta hoy, menoscabado y agazapado detrás de la imagen de su líder, se mantiene en la arena política: el APRA.

La Casa del Pueblo es una vieja casona de techos altos y amplios patios. La parte central está conectada con la avenida Alfonso Ugarte y con el Aula Magna "Haya de la Torre", salón donde se realizaron las conferencias, ponencias y misas más recordadas del aprismo. El portón luce destartalado. Es el corazón de esta especie de pequeña ciudad que incluye academia preuniversitaria, consultorios médicos, canchas de fulbito, cafeterías, el Comedor del Pueblo, y donde se brindan también cursos de computación, oratoria y asesoría jurídica.

En un pequeño consultorio, una enfermera lee Ojo. Al lado, una mujer espera con su hijo en brazos. Cuando la encargada se percata de mi presencia, se dirige a mí desde su escritorio de madera:

--¿Puedo ayudarlo, joven?

--Sí, mire, quiero saber los precios de los exámenes de sangre.

--¡Qué examen se quiere hacer?--me pregunta mientras un niño llora porque lo acaban de vacunar.

--¿Cuánto está el examen de diabetes?

--Seis soles.

--¿Y en cuánto tiempo me entregan los resultados?

--En media hora --responde, para luego indicarme que el pago se hace en el consultorio de al lado, pero que en este momento no hay nadie y que la encargada vendrá en treinta minutos.

Es una casa, pero también un refugio de recuerdos, fiestas y mítines. Huele a melancolía. La Juventud Aprista Peruana se reúne de vez en cuando, pero, para Pablo, aprista de 72 años, "hoy en día nadie sabe lo que es el APRA. Nadie sabe quién es Haya. Creen que estando acá ya hicieron mucho. Los jóvenes están equivocados". Los viejos apristas no reconocen al APRA actual. No la aceptan. Viven de la memoria de Haya, del recuerdo de esta casa llena de jóvenes políticos debatiendo, conversando. Para ellos, para esos apristas, Haya no está muerto.

Dos de agosto...

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