Papelito manda, carta canta y quipus hablan

Por AntropólogoEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. Mucho antes de que los políticos peruanos pusieran de moda la frase ?papelito manda?, aludiendo al peso legal de un documento escrito, sea o no fraudulento, don Ricardo Palma había rescatado de los archivos la tradición ?Carta manda?, referida a la escritura, que fue parte de los libros que lo hicieron famoso. Palma narraba en esa historia que Antonio Solar, por los años de 1558, era uno de los vecinos acomodados de Lima. Entre sus propiedades tenía, entre Barranca y Supe, una hacienda en la que, además de otras frutas, cultivaba melones. Su mayordomo, una vez cosechados, decidió enviar diez de los mejores a don Antonio, que residía en Lima. La mejor manera de hacerlo era que los llevaran un par de cargadores indígenas que recorrieran sin percance el largo trecho que en ese tiempo había que caminar. Para evitar cualquier maligna tentación, agregó a la carga un mensaje escrito, saludando al patrón y diciéndole el contenido de su envío, repartido en dos cajones con cinco melones cada uno. Palma nos cuenta que la fruta que llevaban y la distancia que debían recorrer despertaron en los cargadores el deseo de consumir los melones. Para evitar que se advirtiese la diferencia entre el número de melones que cargaban, decidieron comer uno de cada cajón y dar a Solar los ocho restantes, diciendo que ese era el total que se les había entregado. Recordaron, sin embargo, que traían también un molesto testigo: la carta que el mayordomo había escrito al momento de darles los melones. Decidieron entonces esconder el sobre detrás de una tapia, para que no los viera abrir los cajones y comer golosamente los frutos.Así lo hicieron. A juicio del escritor, los mensajeros: ?Creían no que las letras eran signos convencionales sino espíritus, que no solo funcionaban como mensajeros sino como atalayas o espías?. La ingenua trampa no funcionó y Antonio Solar les hizo azotar por comerse los melones. Luego de zurrados, uno de los indígenas comentó: ?¿Lo ves hermano? La carta canta?. La frase fue escuchada por el patrón y, según nos dice el tradicionista, circuló con ese sentido de burla fallida hasta España. Había olvidado esta historia hasta que me llegó desde Chiquián la noticia de la existencia...

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