Pandemonio económico*

Los economistas estamos más o menos acostumbrados a actuar sobre escenarios probabilísticamente esperados, minimizando los llamados ?riesgos de cola? donde suelen esconderse las potenciales debilidades. El COVID-19 es uno de esos eventos, aunque a diferencia de crisis como las de 1930 o del 2008, donde la falla fue propia del funcionamiento de los sistemas financieros, en esta oportunidad el golpe nació fuera de este. La paralización profunda del aparato productivo mantiene al mundo en vilo hasta el día de hoy, dejando una estela de miles de negocios cerrados y un ejército de desempleados que se cuentan por millones en el país. La crisis económica actual, sin duda, está destinada a convertirse en la más grave de nuestros 200 años de historia republicana.Habiendo acabado la cuarentena estricta, por el momento, ninguna empresa se encuentra en posición de asumir decisiones serias de invertir, mientras que aquellas familias que aún cuentan con ingresos serán precavidas con sus decisiones de gasto. Ante este escenario de incertidumbre es imposible esperar una recuperación robusta en el corto plazo. La normalidad, como la conocíamos, será un escenario distante por un buen tiempo.Las discusiones sobre la efectividad de las cuarentenas estrictas respecto a medidas más ?inteligentes?, basadas en trazabilidad, prevención y soluciones digitales, nos siguen acompañando hasta el día hoy. Lo que es innegable, sin embargo, es que las necesarias acciones sanitarias incorporan enormes fricciones a la actividad económica que requieren intervenciones activas por parte del Gobierno. La literatura recomienda echar mano de toda la capacidad fiscal, endeudamiento y políticas monetarias en favor de los más vulnerables, aminorar los despidos y dotar de liquidez masiva el sistema financiero y empresas para evitar el rompimiento de la cadena de pagos.La gráfica muestra que el Perú ha sido un alumno aplicado, poniendo a disposición por el momento más del 15% del PBI en un plan de apoyo frente al COVID-19, con una combinación de medidas de liquidez, gasto y tributarias, donde las primeras han contado con mayor peso gracias a los recursos facilitados por el Banco Central que han evitado que la crisis fuera aún mayor.Pero la receta pudo haber funcionado mejor si esta no hubiese tenido que enfrentar la inoperancia de Estado y la informalidad. Esta situación, ya de por sí compleja, se vio lamentablemente acentuada por serios problemas de gestión de los ministerios...

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