El pais de los pendejos.

AutorPimentel, Jer
CargoCULTURA - Entrevista

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

El intelectual peruano Juan Carlos Ubilluz ha publicado Nuevos súbditos. Cinismo y perversión en la sociedad contemporánea (IEP, 2006), una lectura de los resortes más íntimos de la peruanidad desde el psicoanálisis de Lacan. Así pasa revista a las performances políticas de Vladimiro Montesinos y Alberto Fujimori, las más recientes novelas de Mario Vargas Llosa, así como el popular baile del perreo con el fin de revelar cómo liberalismo, capitalismo y mercado se han interiorizado en la mentalidad del peruano tipo, renovando una actitud cínica cuya raigambre tiene larga data en estas tierras.

En Nuevos súbditos aseguras que la pendejada funcionaba como una fantasía sobre la que se sostenía el apoyo de la población a la "democracia con mano dura" de Fujimori. Y dices también que Fujimori nos hace partícipes de eso a través de su sonrisa cachosa, un guiño al ciudadano en el que le dice: "estamos todos bajo la misma fantasía de la pendejada".

La fantasía no es una quimera o una ilusión personal, sino más bien algo inter-subjetivo. La fantasía o el fantasma --si se quiere usar un lenguaje psicoanalítico duro-- implica una existencia imaginaria dentro de lo social. En cierto modo, todos somos partícipes de algunas fantasías que son parte de la sociedad. En el caso de Fujimori la idea era básicamente que la pendejada es una virtud en el Perú, pero una virtud que no se puede explicitar, no se puede decir de manera abierta. Hay dos maneras de definir la pertenencia a un grupo: una manera es a través de los ideales que compartimos (la nación, la honestidad, ideales que apelan al candor), pero la enseñanza de Lacan es que la pertenencia al grupo es más que todo una transgresión implícita, una manera de transgredir las cosas. En ciertos grupos de clase alta el decir cosas racistas es lo que da cierta pertenencia. O cuando uno está entre hombres, el decir cosas sobre las partes sexuales de las mujeres es lo que define la pertenencia al grupo. No basta con que venga un gringo y diga <>. Fujimori tenía este guiño que nos hacía partícipes de que él no era simplemente un tecnócrata, de que no era la gente que iba a llevar a cabo la liberalización del país, sino de que era más un pendejo como casi todos nosotros.

¿El gran pendejo que todos quisiéramos ser?

Creo que ese era Montesinos. En cierto modo Fujimori podía mantenerse en los dos discursos, en el formal y también podía sugerir por debajo. Era una sonrisa bastante sugerente que él usaba muy a menudo, y no se trata simplemente de que nosotros hayamos podido percibir ese guiño, sino de que él era consciente de su pendejada, era consciente de que mentía. Por supuesto todo esto a un nivel fantasmático. Hay argumentos que están sobre la mesa, y otros que están debajo de la mesa. Los fantasmáticos son aquellos que no podemos ver ni escuchar pero que de algún modo sentimos.

Afirmas que Montesinos no era una persona libre que ejercía, digamos, su albedrío transgresor, sino que se termina debiendo, dentro de su estructura perversa, al imperativo que le da su padre antes de morir: <

Hay una diferencia entre el pendejo común y corriente...

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