Pais de broncas.

CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

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Durante la campaña, los contendores suelen orientarse hacia el centro, pero una vez en la confrontación entre gobierno y oposición, los políticos prefieren los extremos. El centro funciona como la promesa y el extremo como lo concreto. El centro, de alguna manera, es una careta y el extremo se convierte en la verdadera cara. La campaña, sin embargo, es una fantasía, un simulacro, una invención. El gobierno, en cambio, es el día a día, la vida cotidiana sin empuje poético, sin proyectos a mediano y largo plazo, sin sueños. La campaña, que debería ser una batalla, es un lugar de encuentro. La gobernabilidad, que debería ser la búsqueda de los consensos, es la rencilla, la diatriba, el dardo envenenado. Cinco años en los cuales los peruanos nos dedicamos al deporte de odiarnos. Cinco años de mentiras e insultos. De rebuscamos en el afán de encontrar un trapo sucio que podamos ondear como un trofeo de alguna triste riña.

De pronto, una vez terminado el período electoral, nos ponemos a hablar claro y directo, a la cara, sin roche, envalentonados. En ese ambiente alejado del ágora griega, quien grita más alto es quien se deja oír y trata de mandar. Las conversaciones se parecen a las entrevistas políticas en la televisión o la radio: pregunto A y responde B. Lo invito para que pise el palito. Estamos entre peruanos, eso no debemos olvidarlo jamás, y nada mejor para sacar la cara que el tráfico limeño: "viejo cabro" "cholo de mierda" "bachiche', "la tuya". ¡Imagínense, cómo sería, si no tuviéramos el orgullo de haber nacido en esta tierra del sol! Los diarios tienen su línea editorial pintada en la primera plana. Su tendencia salta a la vista como un chupo adolescente. Se lee por costumbre, los refritos reaparecen cada semana. En ese clima enrarecido, en el que nos sentimos tan en casa, se hace política. La religión, que debería conducirnos hacia una vida espiritual más plena, se reduce a su aspecto social: costumbres, reglas, obediencia, sujeción. Le haría bien a la jerarquía...

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