El pago de la deuda agraria

Por Carlos Contreras (*)Honrar deudas sale por lo general a cuenta en el largo plazo. Quien lo hace se vuelve una persona o entidad creíble, en cuya palabra se puede volver a confiar, más allá, incluso, del ámbito del dinero.Honrar las deudas del Estado se vuelve, empero, una tarea más complicada. De un lado, porque en las deudas de largo plazo el gobierno a quien le toca pagarlas casi nunca es el mismo que las contrajo. El nuevo gobierno podrá alegar que se trata de una deuda mal contraída, o injusta en sus términos. De otro lado, entra el ingrediente político. Si la deuda es con unos pocos, el costo de no pagarla es políticamente bajo. Cuando han pasado muchos años del compromiso y los acreedores son pocos, la tentación de burlar la deuda se acrecienta. Cierto que esto tendrá consecuencias en el largo plazo, pero en él, quienes vivimos ahora estaremos ya muertos, como proclamó alguna vez, mordazmente, el economista británico John Keynes.En materia de cumplimiento de la deuda interna, el Perú no ha tenido históricamente un buen récord. Se ha preferido pagar la deuda externa; ya por la mayor capacidad de presión de estos acreedores (en la época de la posguerra del salitre se temía que las cañoneras británicas asomarían por nuestras indefensas playas si no se aceptaba el contrato Grace, o que las exportaciones peruanas serían embargadas apenas tocasen un muelle en Europa); ya por la promesa de nuevos préstamos que con estos acreedores traía cumplir el pago de los antiguos.Los medios de presión de los acreedores internos fueron por lo general el cabildeo, la componenda, o algunas de nuestras esporádicas elecciones. Estos medios, a excepción de en la época del guano, obtuvieron ordinariamente frustrantes resultados. Así...

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