Un padre vive 33 años con los restos de su hijo

Por enrique vera

siete de setiembre de 1984. Esa es la fecha que el agricultor Francisco López Flores, de 74 años, lleva como una huella imborrable en su memoria. Aquel día, su hijo mayor, Hugo López Sagastizábal, de 21 años, fue secuestrado y asesinado en la comunidad de Ciato, distrito de San Francisco (Ayacucho).Francisco estaba preso y no sabría de la muerte de Hugo hasta dos años después, cuando salió en libertad. No se halló a los culpables, nunca hubo un juicio y tampoco un entierro para el primogénito del agricultor. Han pasado 33 años y este hombre de andar cansino conserva los restos óseos de su hijo envueltos en una manta.Él asegura que ha vivido a la espera de una orden de las autoridades que velan por las víctimas del terrorismo para dar sepultura a su hijo. Dice que así se lo indicaron y que ya no se quiere volver a equivocar: ?Por mi error no estuve cuando lo mataron?.En 1984, Francisco purgaba condena por transportar droga mientras Sendero Luminoso conminaba a Hugo y otros jóvenes de Las Palmas, caserío donde vivía, a estar en sus adoctrinamientos.Por eso, cuando los militares indagaban qué seguidores había granjeado el terrorismo en Las Palmas, Hugo fue el primer señalado. La noche del 7 de setiembre, el joven fue sacado de un bus por una patrulla y llevado al borde del riachuelo que discurre por el sector de Ciato, según los testimonios que recogió Dolores Sagastizábal, la madre de Hugo López.Casi dos años después de incesante búsqueda, Dolores y Francisco, ya en libertad...

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