El Pacto del Bicentenario

Por Doctor en Ciencia Política, experto en gobierno e internacionalista

Por muy variadas razones y en diversas circunstancias, hay recurrencias políticas incontrastables que nos distinguen, limitan y frustran. Las reformas constitucionales acometidas y nuestras leyes carecen de armonía entre sí y son insuficientes. No aseguran nuestra necesaria gobernanza política y social. No pudiendo cambiar todo de golpe, nació una iniciativa plural y ciudadana, una invocación pública a quienes aspiran ser presidentes: el Pacto del Bicentenario.Padecemos, principalmente, de dos condiciones que se suponen excluyentes y que no lo son. La ineficiente relación entre los poderes públicos y la relación de estos con la ciudadanía. Ambas se han deteriorado en varios extremos. A veces nos oímos, pero jamás nos escuchamos. El negacionismo es la gran roca en nuestros zapatos. La sordera política nos ha horadado el cerebro societario y perdimos la comprensión cabal de la realidad, si alguna vez la tuvimos de verdad. Los resultados están a la vista y podemos acotarlos en: desgobierno, impunidad, inseguridad, desconfianza, servicios sociales insuficientes, escasa calidad en la participación política y nuevas formas de organización social. Los nuevos canales de expresión y de comunicación vía redes demandan lo que el Estado y el gobierno no garantizan a pesar de su mandato constitucional. El descontento, en cuanto a motivaciones es fragmentado, pero es generalizado.El Estado Peruano es disfuncional, frecuentemente hace lo que no debe y no hace lo que debe. Sustraernos como ciudadanos de nuestras responsabilidades es una hipocresía. Culpar a terceros o solo al Estado es una actitud negacionista para evitar asumir las consecuencias y actuar acorde a nuestras obligaciones.En términos políticos, somos los que lo hemos mal diseñado, atrofiado, asaltado y desnaturalizado. Se impone con frecuencia la improvisación, la descoordinación, el despilfarro, la falta de transparencia, la no rendición suficiente y oportuna de las cuentas públicas, la hipertrofia normativa, el desperdicio de capacidades, la corrupción, el malgasto. La sociedad corre a su suerte en cuestiones básicas: salud, seguridad, educación y coberturas sociales y el imperio de antivalores se extiende. Nuestros estratos más carentes son ancestralmente...

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