Oro olímpico

Por Instituto Cato¡Empezaron las Olimpiadas en Brasil! ¿Quién no se emociona con el espectáculo de los Juegos, el empeño físico y mental de los atletas y el drama personal e internacional de la competencia? Yo no. O mejor dicho, no me entusiasman el oportunismo, el despilfarro y la corrupción en que han caído desde hace rato los Juegos Olímpicos.Aparentemente, tampoco se entusiasman los brasileños. Dos tercios de ellos consideran que las Olimpiadas, más que beneficiar a Brasil, lo perjudican, según una encuesta reciente. Sin duda la crisis política y económica que vive ese país está afectando el sentimiento de los brasileños. Pero los anfitriones de este megaevento no están nada locos ni la coyuntura nacional está desconectada de los Juegos.Brasil ya lleva años sirviendo de anfitrión de eventos deportivos internacionales, siendo el Mundial de Fútbol el torneo más reciente. No solo los brasileños sino el mundo entero empezaron a descubrir la fiesta de corrupción que aflige a ese país. Los costos de construir los estadios, por ejemplo, se inflaron enormemente. Las ?anomalías? en la renovación del Maracaná aumentaron el precio del proyecto en un 17% y eso sin contar que el costo original del trabajo se sobrepasó en un 62%. Ejemplos como estos se multiplicaron.El humor del país ha empeorado con las Olimpiadas. Se han gastado miles de millones de dólares de dineros públicos en un país que no tiene plata para pagar necesidades básicas. En junio, el estado de Río de Janeiro, donde se llevan a cabo los Juegos, declaró un ?estado de calamidad pública? por la falta de fondos no solo para atender las Olimpiadas, sino también para hacer frente a servicios públicos como la salud y la educación. Las Olimpiadas ahora recibirán fondos federales y los servicios públicos se racionarán.Por supuesto que el sistema político de Brasil es altamente disfuncional y auspiciar las Olimpiadas ha servido para agravar sus problemas. Ha distorsionado las prioridades fiscales, ha dado la excusa perfecta a los políticos para gastar de manera irresponsable, a la vez que beneficiar a sus compinches, y ha reforzado un ambiente que conduce a la corrupción. No es la primera vez que esto ocurre. Cuando Grecia auspició las Olimpiadas del 2004, le costó un 5% de su PBI anual...

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