Orden e izquierda.

AutorToche, Eduardo
CargoPODER Y SOCIEDAD

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Las madres que son víctimas de sus hijas, el estilista que muere a manos de su amante o la artista folclórica que es presa de su representante son, todas ellas, noticias cargadas de sensacionalismo y cuyo desenlace, como ya sabemos, es que el victimario sea alguien cercano a la víctima. Las pasiones suelen matar y resta comprobar si estamos ante un aumento de frecuencia de tales eventos --debemos preocupamos-- o mejores empaquetamientos mediáticos --no debemos preocupamos tanto--.

Sin embargo, al lado de estos hechos también somos informados sobre las ya no tan novedosas maneras de decidir la mano de obra que será empleada en el sector construcción. Para no abundar en detalles, el negocio está territorializado y disputado por bandas adscritas a una u otra "federación de construcción civil". Gana el que provoca la mayor cantidad de contusos y muertos en los rivales.

Tampoco nos conmovemos cuando el aparente aumento de la actividad criminal en Trujillo es enfrentado con escuadrones de la muerte. Al contrario, hay quienes felicitan la "eficiencia" policial y dirigen sus iras hacia el periodista que denunció el hecho, haciéndolo parte del problema.

Esas son las noticias, y en los medios que las propagan difícilmente vamos a encontrar la exposición de evidencias que permita explicar un poco más esta situación. Lo de hoy ya no es noticia mañana. Aun así, no deja de ser dramáticamente interesante constatar que las encuestas de opinión pública urbana vengan señalando constantemente que el principal problema que percibe la población sea la inseguridad ciudadana y que, en esa línea, los hechos remarcados por los medios de comunicación sirvan para reafirmar con contundencia esta generalizada sensación.

Es posible que la clave usada por los medios sea la de activar un miedo ya instalado y que obedece a otras lógicas. Los peruanos sentimos que podemos ser agredidos y que, dado el caso, la policía no va a actuar según nuestras expectativas. Además, a todos nos resulta claro que el índice de delincuencia ha aumentado significativamente en el país y, por tanto, todo desconocido o extraño es automáticamente sospechoso.

Podríamos seguir listando una larga serie de ocurrencias en las que queda de manifiesto tanto la nula capacidad del Estado para presentarse ante los ciudadanos como el garante de sus derechos, como la misma incapacidad de la sociedad de formularse para sí misma un mínimo sentido de comunidad.

Dadas las cosas de esta manera, la primera certeza que se viene a la mente es la "normalización" de la violencia, que, según se dice, puede ser leída como una secuela del ciclo subversivo y contrasubversivo de las décadas...

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