OPINIÓN

Fecha de publicación23 Abril 2024

Por JUAN PAREDES CASTROPeriodista y escritor

El escándalo político de los Rolex sacó a la presidenta Dina Boluarte de su centro de gravedad. La investigación fiscal de los relojes Rolex, con cargo al 2026, cuando ella pueda ser juzgada, la ha devuelto confiadamente por ahora a su centro de gravedad.

El centro de gravedad de Boluarte, como punto de equilibrio, no es el centro de gravedad de la política peruana ni el centro de gravedad del Gobierno. Es el centro de gravedad de la jefatura del Estado, por encima de la jefatura de Gobierno, en la que hábilmente colocó de facto a Alberto Otárola, con tanto acierto que encontró en él al vocero y articulador político ideal que en muchos años no tuvo la Presidencia del Consejo de Ministros.

Reemplazado Otárola por Gustavo Adrianzén, parece haber quedado en la administración del poder un otarolismo dinámico en el"know-how"cotidiano; es decir, en cómo hacer las cosas, con el acento puesto en el trabajo del Consejo de Ministros y de los integrantes de su Gabinete en particular.

El reporte de Sebastián Ortiz Martínez en El Comercio de ayer acerca de los círculos de poder que rodean a la presidenta retrata muy bien la nueva faceta ampliada del entorno palaciego, diferenciada del protagonismo político cerrado y absorbente de Otárola, pero que apuntaba a lo mismo: a cuidar el repliegue de la presidenta.

Históricamente, los presidentes de la República concentran en sus manos todos los poderes posibles, a un nivel casi monárquico. De tal forma que los presidentes del Consejo de Ministros, a los que erróneamente llamamos"primeros ministros"o"premieres" no son más...

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