Los ojos de Astroboy

Por Enrique Planas

La cultura occidental está dominada por absolutos. Creemos que la bondad es pura, como lo es también la maldad, la inocencia, la seducción. ¿Cómo estás?, preguntamos, y nos responden con purismos: ?bien?, ?mal? o el peruanísimo ?ahí?. Cuando uno abre la puerta a una cultura ajena, como ocurre al leer un traducido manga japonés, descubrimos un mundo en que la pureza no existe y los opuestos se dan de forma simultánea. Repaso las páginas de Astroboy y recuerdo la serie animada que de niño veía las mañanas de los sábados. Antes de saber quién era Osamu Tezuka, su autor, despertaba para ver las aventuras del pequeño robot de peinado extraño y botas negras. Eran rojas en realidad, pero aún no llegaba al Perú la televisión a colores. Botas rojas como las de Superman y ojos redondos como los de Mickey Mouse. A Tezuka le maravillaban los ojos que dibujaba Walt Disney. ?El ojo es el reflejo del alma?, decía el dibujante japonés. En el manga no existe la pura bondad o la pura maldad. Lo bonito puede ser también espeluznante, lo ingenuo puede vincularse con lo sexy, incluso puede mezclarse lo ridículo con lo perturbador. Los ojos de Astroboy, por ejemplo, nos hablan de pureza, pero también de extrañeza y algo de ridiculez. Y cuando pierden su brillo húmedo, pueden incluso alcanzar un efecto macabro.

Pocas veces nos damos cuenta de que experimentamos sentimientos simultáneos y opuestos, a menos que la vida acelere sus revoluciones. Como sucedió esta mañana: coloco...

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