De oficio, seductor

Por enrique planascoincidieron cerca de la pileta en Miraflores, de camino al café Haití. Lo vio compungido. Le preguntó qué había pasado.?Ha muerto mi madre ?le respondió.Fernando Ampuero recuerda bien la historia del poeta. Rodolfo Hinostroza (Lima, 1941-2016) había mantenido con ella una relación de amor y odio desde que lo echara de la casa cuando se enteró de que su hijo abandonó la carrera de medicina para vivir como poeta. ?¡Yo no estoy para mantener vagos!?, le dijo antes de cerrar la puerta. Entonces fueron a la misma casa en Santa Beatriz, cerca de las 11 de la noche. El poeta llevaba una botella de pisco. Ampuero pensaba que asistiría a un velorio tradicional, pero entonces no había nadie. Solo los muebles corridos para dejar la sala vacía y el ataúd al centro. El poeta subió un momento las escaleras, habló con alguien y volvió a bajar. Y ambos estuvieron allí toda la noche, con la botella de pisco puesta sobre el ataúd. Eran el único auditorio para la difunta. Casi un velorio personalizado. Ambos escritores nunca más hablaron de aquella noche trágica. Pero alguna vez el autor de ?Caramelo verde? recuerda al poeta hablar de su madre. Él siempre quiso ser admirado por ella. Era hijo de poetas, y se había convertido finalmente en el más destacado de la familia. Pero nunca recibió de ella ese reconocimiento. Ampuero cultivó con Hinostroza una amistad compleja. Difícil, pero llena de momentos felices. ?Era un loco lindo?, dice el escritor, confeso admirador incondicional. ?Uno acepta a sus amigos con sus virtudes y sus defectos. Pero esta política, en el caso de Rodolfo, ha sido para mí un gran desafío?, bromea. ?El poeta?Como Antonio Cisneros o César Calvo, Rodolfo Hinostroza pertenecía a una estirpe de poetas que, en los años 60, heredaba una concepción del ejercicio de la poesía romántica, aventurera, vanidosa y, sobre todo, seductora. Tras la publicación de ?Consejero del lobo?, emulación de la gran épica, la crítica destacó la influencia de Ezra Pound y T.S. Elliot. Y en ?Contra natura?, a su magnífico diálogo poético se suman lecturas de Saint-John Perce y Rilke, además de un diálogo con su tiempo definido por la Guerra Fría y la marea contracultural de entonces. ?Los poetas estamos jodidos?, le dijo Hinostroza a Ampuero en una ocasión. ?El momento de inspiración, te agarra, te exprime y finalmente te arroja como un pellejo viejo. Y no vuelves a encontrarlo más, a lo sumo en un poema o algún cuento?, afirmaba. Vale discrepar...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR