Ocho lecciones sobre la muerte en el Perú

Por AntropólogoEl Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta. Hace poco me contaron una historia sobre el águila, orgullosa reina de los cielos del Imperio Romano y de los reinos aztecas que, habiendo ascendido al trono de las aves, preguntó a su padre: ¿Cuántos años duraré en este apogeo? El antiguo monarca le contestó: No mucho porque las águilas solo vivimos quince años. Preocupado por la respuesta, el águila indagó sobre cuál de las aves vivía más tiempo, y le dijeron que hablara con el gallinazo peruano.Remontó entonces los cielos de Europa y América del Norte y, llegando a Lima, buscó entre sus muchas calles en deterioro, tugurios del centro y barriadas del norte y del sur, al personaje que le habían mencionado. Fue muy fácil encontrarlo. El de cabeza negra no se incomoda con la presencia de los humanos y estaba por todas partes. Olvidando su rango real, se posó al lado de uno que se espulgaba sin atemorizarse de él y le explicó el enigma que lo traía de tierras tan lejanas.¡No es nada del otro mundo!, le dijo el gallinazo limeño tras escucharlo. Hasta los humanos saben que las carnes rojas son un veneno para el hígado. Si quieres vivir más debes alimentarte de carne ya procesada, como hacemos nosotros los carroñeros. ¿No te das cuenta de que al comer lo podrido, significa que ya ha sido digerido? Haz lo mismo y vivirás cien años.El águila quedó desconcertado y mucho más cuando el gallinazo le señaló con gula a un perro muerto con el vientre hinchado por los días transcurridos desde su deceso. El carroñero descendió con toda calma y, luego de abrir el vientre, empezó a atacar sus intestinos e invitar al águila para su necesario cambio de dieta. Haciendo el asco a un lado, el águila se colocó al lado de su anfitrión y dio un par de picotazos al perro.Días después, volvió a entrevistarse con su padre, que sabía de su aventura, y que con la mirada le preguntó sobre el resultado. ¡Prefiero vivir quince años!, dijo el joven monarca.El águila de nuestro cuento finalmente decidió razonar como los humanos, hacer lo posible por silenciar la presencia de la muerte. Estamos dispuestos a sostener que la muerte es el desenlace necesario de toda vida. Que cada uno de nosotros debe a la naturaleza una muerte y que tiene que estar preparado...

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