Lo que no vamos a poder cambiar

Por Luis Davelouis Lengua. PeriodistaNo tengo idea de cuántas veces he escuchado o leído que el gobierno se dispone a emprender una reforma que mitigue la creciente sensación de inseguridad que afecta a la población, pero sé que han sido muchas y por muchos años. En 1990 yo vivía en Alemania y mi madre me rogaba que me quedara por allá porque aquí, el futuro, además de incierto, podía ser extremadamente corto. Lima era ?peligrosísima?. La excusa ?o explicación? de entonces eran la pobreza, la falta de oportunidades, la exclusión, la inequidad, la educación deficiente, la movilidad social que se iba quedando sin vehículos. Lima y el Perú eran lugares muy peligrosos y llenos de delincuentes, terroristas y narcotraficantes porque eran lugares muy pobres. Y lo eran tanto, que ninguna franquicia que no fueran KFC o Pizza Hut se mandaba a intentar poner un pie por aquí. Han pasado 23 años desde esa conversación telefónica y mi madre sigue diciendo lo mismo: ?Lima es peligrosísima?. En ese lapso, el Perú pasó de ser un Estado casi fallido a registrar tasas de crecimiento anuales promedio de 5%, tras reinsertarse en el sistema financiero internacional y honrar sus deudas; se convirtió en uno de los más importantes productores de materias primas del mundo y varias marcas de lujo y casi todas las cadenas de comida rápida del mundo (al menos las que cotizan en bolsa) tienen una tienda aquí. Sin embargo, la realidad que explicaba la peligrosidad peruana en 1990 permanece. No en los números, cierto, pero sí en la sensación de inseguridad que sentimos todos cuando salimos tarde por la noche a...

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