¿Por qué no se me ocurrió escribir sobre ovejas?

Por Rosa Montero. Escritora

Dicen que este libro ha tenido un exitazo enorme en todo el mundo y seguramente también aquí, pero yo lo he descubierto ahora y por casualidad. Se titula ?Las ovejas de Glennkill? y cuando la editorial española me lo mandó, hará ya cinco años, le eché una brevísima ojeada por encima, vi que era la primera novela de una alemana de 30 años, pillé el adjetivo ?conmovedora? en la contracubierta y supuse que era una historia rural, romántica y probablemente ecológica. Nada que me hiciera batir el corazón de impaciencia por leerla. De modo que la guardé en una estantería y allí durmió dócilmente hasta ahora. Hace unos meses, la editorial volvió a enviarme una segunda novela de ovejas de esta chica. Cielos, qué insistencia pastoril, pensé, algo extrañada. Así que esta vez miré con más atención. Y descubrí que son novelas de detectives protagonizadas por un rebaño de bóvidos que está capitaneado en sus indagaciones por Miss Maple, una oveja especialmente lista e inquisitiva. Atiza. Sinceramente, semejante atrevimiento me tentó.

De manera que recuperé de la estantería la primera entrega y me sumí en las aventuras del rebaño. Y lo primero que sentí fue una envidia tiñosa. Por todos los santos, ¿pero cómo no se me ha ocurrido a mí antes la idea de hacer una novela protagonizada por ovejas? ¿Algo tan evidente, tan necesario de escribir, que estaba justamente ahí delante de nuestros ojos? ¿Algo tan estupendo? Quiero decir que, desde el primer momento, Leonie Swann consigue meterte en un mundo tan prometedor y tentador, tan coherente y novedoso, que te parece que el protagonismo de los bóvidos es como el huevo de Colón, una obviedad que los demás no supimos ver por puro imbéciles. Lo que hubiera podido yo disfrutar escribiendo esta novela, me dije con profunda melancolía. Porque desde que comienzas el libro la historia estalla de gracia y de gozo. Incluso me puse a pensar desesperadamente en qué especie animal podría meterme para hacer una novela parecida. Claro que es evidente que Leonie conoce a las ovejas. Que tiene una cercanía con ellas; que sabe de sus costumbres y manías. O sea que, como en todo, la cuestión es mirar y ver. Mirar y aprender. Si uno mira lo suficiente cualquier rincón del mundo, por ínfimo que sea, termina contemplando el universo entero. Si pudiera familiarizarme lo bastante con la fauna microscópica que hay en una gota de agua, pongamos por caso, tal vez pudiera hacer un novelón protagonizado por...

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