¡No juguemos con la memoria histórica!

Por Juan Paredes Castro

El peor error que podríamos cometer los peruanos es dejar que el informe y las conclusiones de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (como aporte a la memoria histórica del país sobre los 20 años de violencia terrorista) se conviertan a lo largo del tiempo en documentos fosilizados.

Estamos en la obligación de salvar del descrédito el mejor material de trabajo que alguna vez se haya producido en el país como descarnado inventario de los crímenes cometidos por el terrorismo de Sendero Luminoso y la respuesta represiva de las Fuerzas Armadas y policiales.

Es más: con el saldo cruzado de una victoriosa pacificación conseguida al alto costo de una profunda afectación de los derechos humanos.

Pero para no caer en el peligroso error de la intocabilidad tenemos que partir del reconocimiento de dos errores originales: uno, el que algunos ex miembros de la CVR consideren su trabajo intachable, acrisolado, casi perfecto; y otro, el que la comisión aceptara honrar la verdad y la reconciliación, aunque se olvidase de que su nombramiento a plazo fijo no le garantizaba alcanzar la verdad ni tampoco asegurar una reconciliación que en poco o nada dependía de ella.

Trabajos similares en el mundo y dirigidos a reivindicar memorias históricas cruelmente golpeadas por la guerra evitaron proyectar una imagen impecable y más bien se empeñaron en fomentar la apertura al perfeccionamiento de sus resultados, separando, como debe ser, la paja del trigo, es decir la política del análisis riguroso de los hechos y de las comprobaciones científicas.

Lo que estamos viendo en los últimos tiempos es lo contrario a esto, vale decir, el empecinamiento...

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