?No cabe un gobierno viable con la abierta enemistad de quien, guste o no, tiene el respaldo de la mitad del país y la mayoría a

Por Al servicio del país desde 1839El resultado de las elecciones del domingo pasado ha sido tan insólito como la campaña que desembocó en ellas.Una sucesión de accidentes rocambolescos ha llevado a la presidencia del país a Pedro Pablo Kuczynski (PPK), un hombre dotado de muy mala pasta para candidato. El nuevo presidente quedó con una representación mínima y sin aliados significativos en un Congreso dominado por su adversaria, además de sin una organización partidaria verdadera ni cualquier tipo de presencia real en las regiones del país.Por el otro lado, tenemos que dos revelaciones inesperadas de último momento sobre sus principales lugartenientes hicieron que perdiera la presidencia quien, para bien o para mal, representa a la primera fuerza política del país, Fuerza Popular (FP). Ahora bien, en su caso estos sucesos no pueden ser llamados propiamente ?accidentes?, dado que de una forma u otra fueron protagonizados por las personas que Keiko Fujimori escogió como las dos principales autoridades de su partido: su secretario general y su jefe de campaña. Como fuese, Keiko Fujimori salió de la elección ?derrotada?, pero con la mayoría absoluta del Congreso en sus manos, además de con otro gran activo que ya tenía al comenzar la campaña: el único verdadero partido que existe en el país, con presencia y operadores reales en todas las regiones.La situación que ha resultado de estos dos hechos parece, al menos a primera vista, muy poco prometedora. Habida cuenta de la forma como nuestro sistema constitucional divide el poder entre el Ejecutivo y el Congreso, asumiendo que la bancada de FP se va a comportar con disciplina partidaria, el resultado de nuestras elecciones hace que cualquier reforma sustancial que quiera emprender el presidente tenga que pasar por el consentimiento de la lideresa de ese partido. Y tanto ella como su partido parecen tener mucha sangre en el ojo. Visto con un poco más de detenimiento, sin embargo, el escenario ofrece razones para la esperanza y aún para la ilusión.Y es que, por una parte, resulta que ese mismo hombre con tan mala pasta de candidato que ha sido electo presidente tiene un perfil de gobernante difícil de superar. Tanto su currículo académico como el laboral, con una amplísima experiencia en el sector privado y en el estatal, son absolutamente inusuales para un presidente de nuestro país (y, en realidad, no tienen nada que envidiar a la de buen número de jefes de Estado del Primer Mundo). A lo que suma...

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