Ningún aumento

Por Carlos Adrianzén (*)

En nuestro país el tema de los salarios a los empleados públicos se trata esquizofrénicamente. En la administración privada, en cambio, se acepta que las remuneraciones reflejen el valor de lo que aporta cada uno. Es decir, su productividad. En ámbitos formales ?pese a las abultadas barreras a un despido oportuno?, las planillas son flexibles y los salarios retribuyen los años de educación de calidad recibidos. Por ello, el empleador pesetero quiebra (lentamente). En cambio, en ámbitos estatales, las cosas resultan muchas veces turbias y complejas.

Aunque existen islas burocráticas donde se contrata con transparencia y se hacen esfuerzos por remunerar según la historia laboral, estas son la excepción. El grueso del aparato estatal implica un cúmulo de regímenes en los cuales los salarios se determinan arbitrariamente. Hay escalas homologadas y no homologadas, gastos de representación a sola firma, suplementos, bonificaciones, bonos, préstamos subsidiados e incentivos especiales. Asimismo casi toda forma imaginable de ingresos no pecuniarios. Algunos de estos esquemas respetan el ordenamiento legal. Otros no.

En estos días enfrentamos una avalancha de protestas burocráticas ?léase: coerción a través de la violencia? por mejores salarios. Se piensa que como hemos crecido y la inflación ha erosionado poderes adquisitivos, ya es tiempo de aumentar salarios a policías y a médicos. Se dice que el Estado está en deuda con estos servidores.

Un momentito? Recordemos que el Estado no existe. Solo existen los...

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