El neonacionalismo chino

Por Javier Gonzáles-Olaechea Franco. Politólogo e internacionalista

Todo país con vocación de grandeza y hegemonía se considera una gran nación. Es el caso de la China milenaria y la de hoy, a pesar de haber librado decenas de batallas por variadísimas razones. O acaso, gracias a ellas, si interpretáramos al gran teórico de la guerra, Von Clausewitz.

El concepto de nación en China abriga factores que por siglos fueron desconocidos, ignorados o subvalorados por Occidente, pero que son su valiosísima fuente de inspiración espiritual para su construcción de poder.

El budismo que hace carne en grandes masas y la ética de Confucio más orientada, inicialmente, a los altos estamentos societarios conjugan virtudes, artes y valores como vida, método y norte. Hoy, las máximas confucianas se confunden con el lenguaje y el vivir popular. Hay diferencias entre sí, pero para ambas cosmovisiones, el ateísmo no resulta una opción, conduce a la intrascendencia personal y al vacío inconducente como nación.

Si juzgamos por los resultados incontrastables de la política arquitectónica china y sus exponenciales proyecciones internas e internacionales, la fecundidad de sus valores, junto con la inmensidad de su territorio, de sus llanuras centrales y su ubicación absolutamente estratégica en el mundo, hacen que la trágica y espectacular caída de Chiang Kai-Shek, déspota sangriento y curiosamente poeta, y la aparición de Mao Tse Tung como líder espiritual y caudillo vencedor, elevado a categoría divina, sean un capítulo del forjamiento de un destino oriental manifiesto.

Del estado agrícola milenario a la condición de potencia industrial en asombrosa expansión, China procesa enormes transformaciones. La más importante, y menos conocida, es la mutación lenta y progresiva de su cúpula partidaria, antes ideológica, hoy centrada en la gestión, basada en una matriz de alta ingeniería política nacional, regional y global. Allí se procesan los planes para acortar enormes brechas internas dada la inocultable aspiración de casi un billón de chinos, que alejados del cemento y del consumo, desean ser partícipes del progreso inusitado sin precedentes.

En política exterior ejecutan, desde la histórica visita de Kissinger ejecutando su política de distensión, relaciones de poder duro, coetáneamente con dos ejes de enorme...

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