¿Negacionismo urbano?

Por Javier Lizarzaburu. Periodista

Este lunes vi un reportaje muy inspirador en la TV. Se trataba de un proyecto educativo en Urubamba que acoge a todo tipo de niños: pobres y ricos, indígenas y no indígenas. Es una propuesta de alta calidad en la que se enriquece la experiencia de los niños con clases adicionales de inglés, francés, circo, arte, etc. Aquí no solo están recibiendo una buena educación. Ahí se están formando ciudadanos. En la nota, en un momento aparecen los estudiantes: hijos de campesinos junto con los hijos de familias europeas que se han mudado a vivir en el Valle Sagrado, y los hijos de otros peruanos de clase media que creen en una manera diferente de darles futuro a sus hijos. Ver esa variedad de rostros, de orígenes, de culturas, me hizo sentir bien. Era como ver en un solo cuadro todo el potencial de este país. Pero eso, claro, es solo una parte de esta historia.

El balde de agua fría cae al enterarse de que este no es un modelo piloto para el resto del país. No es siquiera un proyecto del Estado ni de ningún promotor peruano. Es la idea de una pareja de franceses que decidió quedarse a vivir aquí, pero que no querían para sus hijos un modelo educativo como el que habían visto: excluyente.

Según la promotora, el 95% de los niños que estudian en el Colegio Intercultural Sol y Luna están becados. Dado que vienen de comunidades muy distantes, también los alojan de lunes a viernes. Y me pregunto: ¿Cuántos de los mejores colegios de Lima tienen un porcentaje de niños campesinos o jóvenes de los sectores más pobres de la ciudad becados? Lo desconozco. Y también me pregunto: ¿Qué tipo de ciudadanos están formando si no existe un vínculo cercano con esa diversidad? Sí sé de colegios y universidades que a pesar de tener una mayoría de...

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