La musa cibernetica: amor al primer bit.

Autorde Andrade, Mariano
CargoUSOS Y COSTUMBRES

Entre el amor y usted ahora hay una PC, una pantallita de chat, una cámara web y algunos adminículos más que han logrado derribar las fronteras geográficas del amor, sin más intermediarios que la tecnología. Tan simple como eso. Pero además, el > ha hecho posible que algunos imaginen un exitoso negocio, algo así como un celestinaje virtual que tiene por objeto unir vidas en distintas partes del planeta.

Las páginas virtuales que le prometen encontrar su media naranja proliferan por la red. Casi todas le exigen la suscripción, a cambio de mantener en reserva su información personal, pero eso sí, hay que resignarse y aceptar ser blanco, a fuego graneado, de ingentes cantidades de publicidad electrónica. Muchas de estas colocan sus datos de forma gratuita, pero requieren de pago una vez que usted ha encontrado el anuncio de su vida y desea contactar con la persona de la cual se ha enamorado --o cree haberlo hecho-- después de horas de navegar.

La fiebre del amor por la web está, pues, en todo su esplendor. Más allá del deseo de aventura o de romper con la rutina, hay muchas parejas que parecen haber logrado su propio paraíso cuando sus conexiones se encontraron.

CÓMO CAMBIAN LOS TIEMPOS

Argumentos a favor y en contra abundan, pero centrémonos en una cuestión: ¿no desnaturaliza el amor una relación a la distancia o, por el contrario, estas sur gen como un nuevo paradigma en las relaciones humanas? Tal vez haya un poco de cada cosa, dependiendo desde dónde se mire el asunto.

Sin embargo, no hay que dejar de lado un aspecto más y es que con Internet ha surgido una suerte de globalización del amor, a tal grado que ya no es necesario disfrazarse o hacer las veces de brichero para tentar el corazón de alguna extranjera o extranjero. Solo requiere de una buena conexión a la red, la mejor foto de que disponga y, eventualmente, una web cam para mantener una conversación en vivo y en directo con su media naranja al otro lado del mundo mientras lo/la ve, pero no lo/la toca. Pero no es este el primer intento por mundializar el amor.

Tal vez muchos recuerden, allá por los setenta, a los promotores de los llamados penfriend club, organizaciones que le proporcionaban la dirección de una persona, cuyas características previamente especificaba usted en un formulario, a fin de mantener una relación epistolar que en muchos casos terminó en el altar o su similar laico, la convivencia.

Pero claro, ahora uno piensa dos veces antes de entregarse a la fatigosa tarea...

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