La muralla, una joya colonial que perdimos

Por Roxanne Cheesman. *

Hoy en Lima recurrimos a todo tipo de medidas para proteger nuestras viviendas. Vivir en edificios y condominios es una opción de seguridad o instalar cercos eléctricos en los muros y cercos físicos enrejando las calles. Pero hace 400 años los limeños también tenían temor y, por ello, la capital entera fue cercada para protegerla del eventual ataque de piratas, que con los terremotos eran una gran amenaza.

Un hecho decisivo ocurrió el 18 de julio de 1615 cuando el pirata holandés Joris van Speilbergen, al mando de 6 barcos armados, se enfrentó a la altura de Cerro Azul, en Cañete, con 8 magníficos galeones comandados por Rodrigo de Mendoza, enviados por el marqués de Montes Claros para evitar que la flota pirata llegara a las costas de Lima.

Tres galeones españoles fueron hundidos, entre ellos el Santa Ana, considerado como el mejor que jamás hubiese navegado en el Pacífico sur. Los piratas pudieron entonces llegar hasta el Callao, pero se vieron atacados desde tierra por 8 compañías a caballo y cuatrocientos hombres a pie, quienes dirigidos personalmente por el virrey lanzaron grandes balas de cañón. Temiendo perder sus mástiles, la flota pirata partió rumbo a Huarmey y luego a Paita, que fue atacada y saqueada.

A causa de ello, se propuso amurallar la ciudad, pero ante la oposición de los hacendados y la opinión desfavorable del ayuntamiento por el costo que ello supondría, se consideró mejor fortificar el Callao y robustecer la flota naval para defender la ciudad.

Pero en 1624 un segundo ataque relanzó el tema. Jacobo L´hermite, al mando de 11 navíos, acosó durante 6 meses la ciudad hasta ser finalmente vencido por el virrey Marqués de Guadalcazar.

Varios...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR