?Esta muestra reivindica lo precolombino en nuestras camas?

Por enrique planas

La noticia se anunció en octubre del 2018: el nombre de la artista Alice Wagner se anunciaba como ganadora del Concurso Nacional de Pintura del Banco Central de Reserva del Perú, al elegir su pieza de cerámica de gran formato inspirada en las tan familiar frazada de tigre. La insólita adaptación de tan tradicional ícono no pasó inadvertida: en las redes sociales no faltó la disparatada acusación de ?apropiación cultural?, mientras que los flamantes críticos de Facebook consideraban la propuesta plástica como la obra de una ?pituca fuera de contexto?.Han pasado dos años de aquello, y hoy recién puede verse la exposición ?Mantos y otros fantasmas?, donde Wagner lleva al límite el concepto esbozado en aquella obra ganadora. Cuando le mencionamos aquellos comentarios desinformados, ella recuerda la sorpresa que una obra como la suya motivó en un concurso que, hasta entonces, había prestado atención solo a la pintura. ?Mucha gente probablemente tenía mucha expectativa con un premio solo de pintura. Y ver elegida una obra que no fuera precisamente realizada en lienzo, generó, sin duda, una reacción afirma.Pero Wagner también es consciente que parte del conflicto que generó su obra se debió al hecho de llevar un apellido alemán. ?Hay un dicho que señala que quien no se ha cubierto con una frazada de tigre no es peruano, y supongo que algunos pudieron pensar que yo no había tenido acceso a una. Lo que puedo decir es que, al margen de mi historia personal con la frazada, se trata de un elemento con una carga muy social y afectiva?, afirma.Por cierto, si bien la artista señala que su experiencia personal no resulta central al momento de desarrollar esta muestra, sí resulta ilustrativa. Alice recuerda su infancia en los años ochenta, cuando su madre la llevaba con sus hermanos en el Volkswagen familiar a la casa que tenían en Chosica, en un barrio considerado zona roja en tiempos del terrorismo. ?Unos franceses alquilaron una parte de la casa, pero un día llegó la policía y se los llevaron presos. Ellos tenían un tigre, y nos lo dejaron a cuidar durante un año. Se llamaba Kiki y nosotros le dábamos de comer. Entonces era pequeño, pero iba creciendo. Un año después, los franceses regresaron para llevarse al tigre y para los niños fue un golpe devastador?, cuenta.Ahora aquel tigre nos acecha desde su expectante lugar en la exposición. Un emblema conocido, incluso manido visualmente, abandona su carácter de motivo serial y se convierte...

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