Muerte y vida de Alan García

Por José AntonioGarcía Belaunde

El Comercio abre sus páginas al intercambio de ideas y reflexiones. En este marco plural, el Diario no necesariamente coincide con las opiniones de los articulistas que las firman, aunque siempre las respeta.La muerte. No es habitual el suicidio de un presidente de la República. Es la primera vez que ocurre en el Perú y en América Latina solo tres lo cometieron, José Manuel Balmaceda en el Chile del siglo XIX, Getulio Vargas del Brasil y Salvador Allende en Chile, ambos en la segunda mitad del siglo pasado. ¿Qué hay en común en esta decisión que es un recurso a la mayor libertad que pueda tener un ser humano? La profunda convicción, como dice el filósofo escocés Hume, de que el suicidio es consistente con un sentido del deber que tenemos con nosotros mismos.Yo añadiría las palabras que François Mitterrand pronunció debido al suicidio de su primer ministro Pierre Bérégovoy: ?Es un drama donde se mezclan la grandeza de aquel que ha escogido su destino y la desesperanza de sufrir la injusticia de no ser escuchado??. El breve testamento que leyó una de las hijas de Alan en el funeral de Alfonso Ugarte testimonia su desconsuelo.Alan no está solo en ese pensar; Michael de Montaigne, a quien había leído, escribía: ?Que la muerte es preferible a la vida cuando de esta se esperan más desdichas que alegrías […] conservar la existencia para sufrir tormentos es ir contra los preceptos mismos de la naturaleza?.Hay, pues, una dignidad y, me atrevo a decir, cierta belleza de tragedia antigua clásica en este gesto de suprema libertad en el ?que se prefiere morir a sufrir la afrenta de la duda y del deshonor?.La vida en 35 años. Alan solía decir que la vigencia de los políticos peruanos oscilaba entre los 30 y 40 años. Víctor Raúl Haya de la Torre del 31 al 68 (su presidencia de la Constituyente fue más que nada un homenaje). Fernando Belaunde del 56 al 85 y Alan mismo en 1984, cuando se perfilaba como presidente, hasta el 2019.35 años tenía Alan cuando fue elegido presidente. 35 años después, siendo aún referente en la política peruana desaparece. Cifra, si no cabalística, al menos precisa en su coincidencia.Llegó a Palacio generando un estado de ánimo, euforia e ilusión. Diría aun más, de desconcierto ante esa suerte de explosión de juventud poderosa, ardiente imaginación y decidida audacia. Líder tan inteligente como carismático, sedujo aquí y fuera de nuestras fronteras. Las primeras medidas que tomó, en un contexto de...

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