La muerte del Fenix.

AutorBarreto, Jos
CargoCULTURA - Entrevista

[ILUSTRACIÓN OMITIR]

Escenario: jueves, 11 de septiembre del 2008, exactamente en el cruce de los jirones xxx y xxx, a la altura de la cuadra trece de la avenida César Vallejo en El Agustino. Gris tarde de primavera que me envuelve conversando con un ser único y cotidiano tras muchos intentos de lograr siquiera verlo. Él es cantante de una banda rockera icono nacional de gran éxito internacional en los años noventa. ¿Por qué vive prácticamente en una choza? Vive como lo que es y por lo que cree. Hace de su vida su "Gran obra". No hay nada en sus canciones fuera de cada paso que dé. Directo y soñador, bohemio y sensible, Hernán Cachuca Condori, legendario líder del grupo Los Mojarras, primera agrupación en fusionar el rock con la chicha, el huaino y el vals, me habla aquí, desde la esquina de su casa en El Agustino.

Fines de los setenta. Dictaduras, reformas, desborde urbano, coqueteos con la democracia. Fue la época de los parias en su propia tierra. Cachuca era uno de ellos. Mofa de su apellido, de su color, de sus rasgos. Todo ello calaba hondo en la mentalidad de los inmigrantes. Todo ello sería la matriz de la obra de un "artista", el punto de quiebre de una generación. Los Mojarras, musical y socialmente, fue uno de aquellos productos iluminados con la sapiencia de la condensación de su realidad en un par de líneas, en un par de acordes.

No fue sino hasta el año 1992 que grandes productores nacionales e internacionales, como Augusto Tamayo, catalogaron la música y letras de Los Mojarras como un "reflejo etnográfico de la metrópolis peruana". Eran tiempos de sentirse orgullosos. El comienzo era prometedor: una película con su música. Producciones televisivas como "Los de arriba y los de abajo", "Tribus de la calle", "Los choches". El rock-chicha, con letras directas y reales, golpeaba tu cara tan fuerte como la bota de cuero llena de tierra de Cachuca. Eran tiempos de decir las cosas claras y de pintar "lo que pintaba el día y la noche'. Giras al exterior e incluso a Alemania perfilaban un cuento de hadas para Cachuca y Los Mojarras. Pero la manzana nació podrida y el gusano estaba a punto de emerger. Muchos cambios en los integrantes, muchos altercados dentro de la banda, muchas declaraciones que sindicaban a Cachuca --y su personalidad-- como el destructor de lo que quizá pudo haber sido "la banda de rock insignia del Perú". Algo así como El Tri en México o Soda Stereo en Argentina. Lo cierto es que, mientras converso con El tiburón...

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